Marc Gual siempre recordará de su paso por el Real Zaragoza su partido en Córdoba. El catalán salvó a su equipo... y se volvió a encontrar a sí mismo tras una racha muy oscura. Tres goles que incendiaron El Arcángel y que le dieron tres puntos de oro a su equipo, en un mal partido, un mal mes, un mal año... da igual. El equipo aragonés ganó, se benefició de las dudas de su rival en un partido en el que Gual bailó bajo una tempestad cordobesa provocada por él mismo. Ahora el conjunto blanquillo se queda a siete puntos del descenso. El objetivo aún no está cumplido pero todo se ve mucho mejor tras vencer fuera y con tres goles de un delantero que fue la gran sorpresa de Víctor Fernández en el once titular.
Aliviado por la derrota del Lugo contra Las Palmas y con los pulmones frescos tras dos semanas sin jugar, arrancaba un Zaragoza alejado del ritmo frenético de otros comienzos pero sin conceder atrás. Ritmo tranquilo y cero llegadas. Así fueron los primeros diez minutos entre unos, casi sentenciados, y los otros, cansados de aferrarse al borde del abismo. Marcos Lavín, portero rival, estrenó sus guantes al atrapar un inocente centro raso de Nieto. Un zurdazo de Javi Ros desde la izquierda fue la siguiente acción ofensiva zaragocista.
Por parte cordobesista, Álex Carbonell encontró a Andrés Martín, quien metió la cabeza ante Guitián y remató al larguero. Susto nada desdeñable para un Zaragoza al que su rival aún no le había hecho nada. Tras el conato de drama, vuelta a la monotonía. El equipo aragonés fue incrementando su porcentaje de posesión de manera lánguida, inofensiva. Caía la tarde en El Arcángel entre los gritos de la afición local (que nada tenían que ver con el fútbol), el ritmo cansino y algunas llegadas aisladas del Zaragoza. Como cuando Gual se quedó frente al portero, que se le hizo grande. El de Badalona, en vez de regatearlo o superarlo por alto, buscó con poco tino a Vázquez.
Más tarde llegó otra muy clara para los locales en el minuto 30, cuando el activo Andrés Martín se volvió a encontrar con el poste. Justo después, Cristian despejó con los puños un duro disparo desde fuera. Llegaba poco el Córdoba, pero con aguijón afilado. Martín era indescifrable para los dos centrales, mientras que Carbonell y Alfaro conducían con peligro. A la vez que ocurría todo esto, llegó la lesión de todas las jornadas: esta vez el infortunado fue Soro, quien se dobló el tobillo en un lance con un rival y tuvo que ser sustituido por Raúl Guti.
Andaba el Zaragoza sin encontrarse. Deambulando por el campo, sin enlazar tres pases seguidos y perdiendo balones sin freno. Jugando encima de un Córdoba dormido en la UCI pero que, después de todo, aún vivía. Pep Biel se jugó la roja tras una dura entrada a un rival (teniendo amarilla). Era un síntoma más de un equipo que no llegaba al área y al que no le salía ninguna jugada. Como despedida de la primera parte, un eslalón de Miguel de las Cuevas que acabó con un disparo defectuoso de Carbonell. El descanso llegó seguido de un hondo suspiro por parte zaragocista. Un suspiro que continuaba la línea de bostezos -primero- y escalofríos -después- de los cuarenta y cinco primeros minutos.
Algo se mejoró la segunda parte. Marc Gual tuvo una muy clara en el minuto 47 de cabeza tras un buen centro de Delmás. Fue la antesala de la gran redención del delantero: el Córdoba sacó de banda, el balón le llegó al central Luis Muñoz, quien con desgana le cedió un balón al portero que nunca llegó a su destino: Gual se anticipó, agarró la bola y tras regatear al arquero, definió a placer. El error del zaguero escoció en los ojos del espectador neutral, pero eso no restó ni un ápice de alegría de un jugador que llevaba sin marcar desde noviembre. Su grito al cielo, el abrazo de todos sus compañeros... hablaron por sí solos de cómo lo ha debido pasar este jugador.
Tocaba aprovechar el regalo. Los siguientes minutos, con el Córdoba buscando el empate, el Zaragoza se parapetó bien atrás e intentó buscar el 0-2. Era tiempo de que no cundieran los nervios y aprovechar regalos. Como otro del central Muñoz, que acabó con un disparo de Álvaro Vázquez que paró Lavín de forma providencial. En la siguiente jugada, Cristian Álvarez le sacó una gran mano a Andrés Martín.
La confirmación del triunfo llegó en el minuto 75. Pep Biel cazó un balón llovido del cielo y se la cedió a Marc Gual para que, con un movimiento de killer, alojara el esférico en las redes. Como liberado, Gual agarró el siguiente balón tras una concatenación de errores defensivos e hizo su triplete. En un Arcángel de Segunda B, el de Badalona bailaba bajo una tempestad provocada por él mismo. Minutos después, le dejó su sitio a un Papu que volvía tras tres meses.
Los siguientes minutos, aparte de incendio local tras la tormenta y suspiro zaragocista, fueron de la basura, sin nada a destacar más allá de un paradón de Cristian. Al final, la alegría: en un partido feo, en el que se jugó una mala primera parte, el Zaragoza cumplió y se aseguró tres puntos que saben a gloria.