El partido del próximo domingo en el estadio Heliodoro Rodríguez López de Tenerife será el final de la temporada 2018/19 en LaLiga 1|2|3. El último encuentro de una campaña convulsa para el Real Zaragoza que ha conseguido salvarse de la quema gracias a la vuelta del hijo pródigo, Víctor Fernández, y no sin esfuerzo.
Un curso que estaba llamado a ser el segundo de un proyecto. Así lo pretendía la dirección deportiva, con Lalo Arantegui a la cabeza. Debía ser la consolidación de un grupo que casi por sorpresa consiguió meterse en la tercera posición de la tabla un año antes y al que el sueño del ascenso se le esfumó en la eliminatoria frente al Numancia.
Después, la marcha imprevista de Natxo González cambió los planes, cuyo resultado es de sobra conocido. El fracaso le llegó al Real Zaragoza en buena medida por el error a la hora de escoger entrenadores, ya que tanto Idiakez como, muy especialmente, Lucas Alcaraz, trabajaron en contra de lo que una campaña antes había funcionado. Tampoco los fichajes han alcanzado el nivel esperado, muy especialmente en la delantera, en la que ni siquiera dos jugadores con buen cartel, como eran Álvaro Vázquez y Marc Gual, lograron hacer olvidar a Borja Iglesias, y mucho menos igualar sus registros goleadores.
Ingredientes que provocan que el último partido de esta temporada se convierta en toda una incógnita. Falta saber si con la 2019/20, en la que Víctor Fernández estará presente desde el inicio, el Real Zaragoza sufrirá una revolución o únicamente la evolución propia de un grupo que requiere retoques y la adaptación al gusto del entrenador. De lo poco que parece seguro es que será el último encuentro de Gual y Álvaro con el Real Zaragoza, a lo que se sumará la ausencia de Toquero y la muy probable de Dorado.
Nadie mejor que el técnico aragonés para hacer bueno lo dicho por Benito Pérez Galdós y formar, desde los restos del naufragio, un grupo que pueda volver a exclamar que Zaragoza nunca se rinde.