El Sevilla FC llegará al estadio de La Romareda para medirse al Real Zaragoza en partido de Copa del Rey. Los andaluces están en plena forma, convertidos en uno de los candidatos a lograr el título de liga y aspirando a cualquiera de las competiciones en las que sigue vivo.
Un conjunto, el sevillano, que lleva impreso el sello de su entrenador, Julen Lopetegui. Tras experiencias más o menos fructíferas en Oporto y Real Madrid, así como en la Selección española, el técnico vasco parece haber encontrado su lugar en el conjunto de Nervión.
Será esta la primera vez que Lopetegui se vea las caras con el Real Zaragoza en el banquillo, un equipo al que sí se midió en su etapa como jugador. Desde su juventud, con apenas 19 años, cuando llegó al Castilla en Segunda y hasta su retirada en el Rayo en la 2001/02, tuvo ocasión de medirse a los blanquillos en diversas ocasiones vistiendo la camisetas de los dos equipos ya mencionados, así como las del Logroñés y el FC Barcelona.
El recuerdo, eso sí, no es especialmente bueno para el vasco. Hasta en diez ocasiones se vio las caras con el Real Zaragoza en su trayectoria deportiva y en una única ocasión logró la victoria. En liga, el balance es de dos derrotas –ambas con el Logroñés– y cinco empates, tanto con los riojanos como en la última ocasión, con el Rayo. En Copa tendría lugar su única victoria, en 1986 con el Castilla, 2-1. Sin embargo, la vuelta se cerraría con un 7-0 en La Romareda.
Quizá una de las actuaciones más recordadas de Julen Lopetegui tuvo precisamente lugar frente al Real Zaragoza. Fue en el partido de vuelta de la Supercopa de España, en su debut con el FC Barcelona. Un partido espectacular que, tras el 0-2 de la ida, acabaría por solventarse con 4-5, con triplete de Higuera incluido. Aquel día Lopetegui falló estrepitosamente en un lanzamiento de falta y acabó expulsado en los instantes finales. Pese a todo, el equipo catalán fue campeón.
Ahora, Lopetegui vuelve a juntar su camino con el Real Zaragoza. Es Copa y la situación de ambos equipos se encuentra en las antípodas, pero los precedentes alimentan la ilusión de un zaragocismo necesitado de alegrías.