Los aficionados del Eibar estaban muy bien acostumbrados y con razón. Cada vez que iban a Ipurua a ver jugar a su equipo salían del estadio con el buen sabor de boca de no haber visto perder a los armeros. Y es que en la actualidad temporada, los hombres dirigidos por Jose Luis Mendilibar solo habían perdido dos encuentros hasta la pasada jornada desde que comenzó el campeonato liguero.
Además las dos derrotas llegaron en los primeros choques de la temporada. La primera fue precisamente en la jornada 1, con resultado de 1-2 ante el Huesca. La segunda tuvo lugar en la jornada 7, cuando el Eibar perdió 1-3 con el Sevilla. Desde entonces los gipuzkoanos habían logrado cinco victorias y cinco empates en diez encuentros.
Es en Ipurua donde este año el Eibar se está haciendo fuerte ya que los números fuera de casa no están siendo los mejores. De los 35 puntos con los que cuenta en la actualidad, 26 han sido en su estadio y solo nueve a domicilio.
Es por esto que la derrota del pasado domingo frente al Valladolid fue un jarro de agua fría por estas buenas cifras en Ipurua y por cómo discurría el encuentro. Los de Mendilibar, sin hacer un gran partido iban venciendo 1-0 a los pucelanos gracias a un tanto de Orellana. No era justo ya que los blanquivioletas habían tenido ocasiones para marcar, pero se alcanzó el 90 y la ventaja seguía en el marcador. Pero entonces llegó la polémica y un penalti no señalado por el árbitro en el 91 sí lo decretó como pena máxima el VAR. Lo transformó Verde desde los once metros. Dos minutos después, en el 93, Sergi Guardiola hacía el 1-2 final.