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Míchel, tocado ¿y hundido?

El derbi de este miércoles medía muchas cosas en Nervión. El Betis llegaba salvado y sin presión, liberado de cargas y amenazante en la tabla. En cambio, el Sevilla se jugaba la vida porque, más allá de la rivalidad local, estaban en juego sus opciones europeas, ahora prácticamente anuladas, y, en otro nivel, también la continuidad de Míchel.

Después de caer a manos del conjunto de Heliópolis, se antoja muy difícil un nuevo proyecto Míchel. Porque ganarle al Betis conllevaba una doble alegría. Por un lado, imponerse al eterno adversario, dar un golpe de autoridad sobre el suelo hispalense. Y, por otro, más importante aún, apuntar a Europa aprovechando los tropiezos del Levante, el Málaga, el Atlético, el Athletic y Osasuna, todos derrotados. Europa estaría hoy a un punto y las opciones hubiesen crecido como la espuma.
En cambio, el gol de Beñat dio al traste con todo en Nervión. Se torcieron los planes y la figura de Míchel ha quedado dañada. Primero, por la derrota. Y, segundo, porque la imagen que ofreció el Sevilla no fue la propia de un equipo que lucha decisivamente por conseguir su objetivo. Eso perjudica al entrenador, que, al fin y al cabo, tiene la responsabilidad de transmitir ese nervio a sus jugadores.
Es por eso que, en las protestas que un sector de la afición llevó a cabo en el hotel de concentración tras la derrota, se escucharon gritos que pedían el regreso de Joaquín Caparrós. Independientemente de cuál sea el sentir general de la grada, los sevillistas echaron en falta en la tarde-noche de este miércoles la intensidad necesaria en un duelo de este estilo, de máxima rivalidad, algo que caracteriza al de Utrera.
El contrato de Míchel estipulaba su renovación automática si el Sevilla conseguía clasificarse para la próxima edición de la Liga de Campeones. No obstante, incluso con el 'objetivo Champions' descartado, en la planta noble del Sánchez-Pizjuán no desechaban la posibilidad de que el técnico madrileño continuase al frente del equipo. Su labor en el banquillo, si bien no ha sido determinante, no ha disgustado y su dominio del discurso, su temple con la palabra, es del agrado de todos. Pero eso no es suficiente.
Míchel no ha insuflado el aire necesario. Hubo una reacción que hizo soñar con que Europa era posible y que situaba al entrenador como el mejor candidato para la temporada 2012-13. Todo esto ha desaparecido de raíz. Tanto los resultados como la imagen proyectada han ido decayendo hasta el punto que ha quedado en entredicho la implicación de algunos futbolistas. Eso existía antes de Míchel, con Marcelino, y es algo que el de Madrid no ha sabido arreglar.
El intento ahora es que el Sevilla recupere el gen ganador. Es decir, que en Nervión quieren un técnico que, por encima de todo, inserte al equipo el chip triunfador y que inyecte dosis de regularidad. Es importante el juego, cosa que tampoco con Míchel ha mejorado, pero sobre todo que lleguen las victorias en un Campeonato donde Europa es muy accesible. La opción Míchel sigue existiendo, pero no cabe duda de que el técnico ha perdido parte de la credibilidad que le acompañaba.

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