No se disputaba entonces la final, sino la vuelta de los octavos. En Donetsk, el Sevilla caía 2-1 en el minuto 94 y se encontraba eliminado a manos del Shakhtar. En una acción desesperada, en el último intento nervionense por forzar la prórroga en suelo ucraniano (en el Sánchez Pizjuán el resultado fue de empate a dos), el portero valenciano subió a rematar un córner botado por Daniel Alves. Era la última acción y oportunidad. El brasileño puso el balón en el centro del área, allá donde Palop se encontraba libre de marca y, como si de un delantero nato se tratara, lo cabeceó superando a Shust y a una defensa atónita que no daba crédito a lo ocurrido.
Esto le dio al Sevilla la ocasión de superar la ronda, pues Chevantón marcó el tercer tanto en la prórroga y clasificó a los hispalenses. Posteriormente, tras superar al Tottenham y a Osasuna, se impuso en la final al Español, en una tanda de penaltis en la que Palop fue también protagonista y decisivo. Su leyenda ya estaba forjada. Y es positivo recordar momentos tan gloriosos ahora que el de L'Alcúdia está cerca de desvincularse del club.