Álvaro Ramírez IIIEl Sevilla ha liquidado prácticamente sus opciones europeas (salvo rodeos burocráticos) y sus opciones de alcanzar la séptima plaza con un triste e insuficiente empate en La Rosaleda ante el Málaga. Y desesperante, por la actitud del equipo en los últimos minutos, aparentementemente dando por bueno un punto que casi condena al equipo nervionense a la nada esta temporada.
Resultó extraño, porque un resultado que debió hundir a los jugadores sevillistas por lo complicado de su objetivo apenas desgarró una mueca de enfado, ira o decepción en sus rostros. Del todo incomprensible, como la parsimonia de Beto al sacar de puerta mientras su entrenador, Unai Emery, hacía de recogepelotas en la banda para ganar cualquier segundo.
A esos fenómenos extraños del final del encuentro se llegó porque el equipo nervionense no fue capaz de deshacer el empate que casi le condena. No fue un partido del todo malo del Sevilla... si hubiera sido en la jornada 10, 15 o 23; si no se hubiera estado jugando en La Rosaleda el objetivo del curso. Porque el encuentro del Sevilla en Málaga fue contemporizador, jugando con los tiempos, lo que no tiene, y con el punto sumado, el que apenas le vale. No empezó mal, y en la primera parte se puede afirmar incluso que fue mejor que el Málaga. No tuvo grandes ocasiones, pero sí aproximaciones peligrosas, e incluso controló el encuentro y controló los peligros locales, Isco, Joaquín y Baptista sobre todo. Pero tuvo poco remate el equipo hispalense, apenas alguno peligroso de Negredo y otro de Rakitic. Sí que se echó en falta un mayor ritmo, una mayor aceleración del juego, que se convirtió en previsible y solo sorprendente cuando Perotti tocaba la pelota.
Estaba el partido muy táctico, muy cerrado, muy defensivo, más que ofensivo. Y así siguió la segunda mitad, con pocos riesgos de ambos conjuntos y con llegadas por uno y otro lado sin demasiado peligro. Y además justo cuando el partido entraba en esa zona temporal que se antoja decisiva, en la que los equipos deben apurar sus opciones, sus oportunidades, arriesgar, Sevilla y Málaga bajaron el pistón, físico y de ambición. Con todo, las ocasiones del equipo nervionense siguieron siendo más claras, sobre todo de cabeza, una de Cala y otra clamorosa de Rakitic tras dejada de Negredo, clarísima, que perdonó el croata. Pero fueron acciones aisladas, porque ninguno de los equipos tenían continuidad en su juego y porque los cambios, Manu por Perotti, Cicinho por Coke, Maduro por Kondogbia, empeoraron al equipo hispalense. No ganó en ninguno, y Emery tampoco dotó de variantes a su equipo desde el banquillo.
Y así se alcanzaron los últimos minutos del partido, en los que los jugadores sevillistas se mostraron alarmantemente conformistas con un resultado que los condena a la mediocridad. Beto perdía tiempo al sacar y los jugadores apenas se movían ni colgaban la pelota arriba, como requería una situación límite que solo parecían entender los aficionados sevillistas, pero desde luego no los jugadores.
Europa, la fija, la séptima plaza, el Betis, se queda a cinco puntos con nueve en juego, es decir, casi imposible. El equipo hispalense dice prácticamente adiós a Europa salvo rodeos burocráticos y solo pendiente de esa plaza que puede liberar el Málaga con su sanción.