Fue quizás la final más difícil de todas ganadas por el Sevilla y el día de la confirmación de la grandeza nervionense. Ya nadie podía pensar que lo sucedido en la temporada anterior había sido flor de un día. En el camino habían quedado equipos como el Steaua de Bucarest, el Shaktar Donestk y el Tottenham Hotspurs. Fue también el día más especial de Palop, que con sus paradas en la tanda de penaltis logró que la copa se quedase en Sevilla.
Aquel día, en Glasgow, el Sevilla ganó un título que pudo perder en la primera parte, que debió ganar antes del final de la segunda y que tuvo en su mano a lo largo de toda la prórroga. Los goles de Adriano, Riera, Kanouté y Jonatas fueron dándole emoción a una final de altísimo voltaje dentro de un clima excepcional entre aficionados del Sevilla y del Español. Y los penaltis, tras el empate a dos, provocaron el climax definitivo para una de las mejores finales de Uefa que se recuerdan.
Por el Sevilla jugaron:
Palop; Alves, Javi Navarro, Dragutinovic, Puerta; Martí, Poulsen, Maresca (Jesús Navas, m.46), Adriano; Kanouté y Luis Fabiano (Kerzhakov, m.64).