De hecho, en la trayectoria del vasco como técnico destacan siempre las buenas noticias. Como por ejemplo el ascenso con el Lorca a Segunda en 2005, donde cogió las riendas tras colgar las botas esa misma temporada, y un año después peleó incluso por el ascenso a Primera. Y siempre muy alejado de los puestos de descenso.
Luego dio el salto al Almería, con el que sí logró el ascenso a la máxima categoría y posteriormente acabó en una espectacular novena posición en Primera (decimosexto fue el peor puesto que ocupó).
Sus buenos números le llevaron a dar un salto en su carrera. En el Valencia pasó cuatro años de grandes resultados pero casi siempre con la afición en contra. Los números están ahí: tras Barcelona y Madrid, siempre apareció su equipo en la clasificación, con un sexto como peor posición en su primer año durante su estancia a las orillas del Turia.
Quizás su trayectoria quedó manchada en el Spartak de Moscú, donde fue destituido a mitad de temporada por estar lejos del líder, pero nunca la zona de descenso llamó a su puerta. Esa salida le valió para llegar esa temporada al Sevilla. Y ahora sigue en Nervión, pero esta vez sufriendo por los malos resultados. Una situación nueva, extraña y peligrosa.