Todavía hay que ir a Rusia y la ventaja es exigua, pero el Sevilla se ha marchado del encuentro de ida ante el Zenit de San Petersburgo, y a la espera del partido de vuelta, reforzado. Reforzado a pesar de que el resultado no es el mejor, pero tampoco malo; reforzado a pesar de que la primera parte fue rusa y a pesar de que el encuentro en la ciudad imperial se presume duro y complicado. Pero el Sevilla llegará a San Petersburgo con la convicción de que puede eliminar al equipo de Villas-Boas. Lo ha demostrado en una segunda mitad excelente, en la que se ha trabajado la victoria, tras una primera muy floja, todo hay que decirlo.
Este equipo tiene muchos argumentos, futbolísticos de sobra, pero además tiene muchos que van con conceptos que trascienden el campo. Este equipo tiene espíritu, tiene convicción, tiene Fe, con mayúsculas, y cuando compagina aquellos y estos, el Sevilla se hace gigante. Eso le pasó este jueves en el Sánchez Pizjuán y debe repetirlo allá donde vaya, sea Rusia, China o Granada.
El Zenit leyó el encuentro mejor de arranque, pero Emery recuperó el terreno que le había cedido a Villas-Boas. Los cambios, por piezas (marcaron Denis y Bacca), pero también por posicionamiento dieron al equipo las soluciones que necesitaba el equipo. Más juego por fuera que por dentro. Y en la segunda mitad se engulló el Sevilla al Zenit hasta el punto de incluso perdonar un tercer gol que podría haber consumado una gran remontada.
El Zenit salió al campo con las ideas mucho más claras que el Sevilla. De hecho, al menos el Zenit salió con una idea y el equipo nervionense sin ella, al menos sin poder llevarla a cabo. Los rusos acumularon mucha gente por dentro y en defensa. Nublaron a base de camisetas azules la lucidez y los caminos del peligro que tan trazados parecían en otros encuentros. El equipo de Emery, que apostó por Gameiro y Reyes en vez de Bacca y Vitolo, se estrellaba una y otra vez contra la muralla rusa. Tampoco por bandas encontraba vías de penetración el conjunto hispalense. Aleix Vidal y Coke no llegaron con demasiada claridad, aunque sí fueron insistentes, mientras la banda izquierda era prácticamente inexistente, porque Reyes, teóricamente el que la ocupaba, se venía al centro. Por ahí se equivocaba el Sevilla, porque lo que le interesaba era abrir cuanto más posible el campo, y casi siempre lo ceñía al centro y a la banda derecha, salvo contadas ocasiones con llegadas de Tremoulinas.
El balance fue el de ninguna ocasión de peligro, ningún remate que pusiera realmente en apuros a Lodygin. Por contra, el Zenit, que sabía que su función era cerrarse atrás e intentar sorprender a la contra con las incorporaciones de segunda línea, ejecutó su plan de forma mucho más eficiente. De hecho, antes de marcar el 0-1, Ryazantsev ya pudo perforar la red de Rico en un remate de cabeza que se fue por poco. No perdonó en todo caso el Zenit a la siguiente que tuvo. El mismo Ryazantsev avanzó y avanzó ante un Pareja que reculó demasiado y luego solo tuvo que rematar, esperar que Sergio Rico le devolviera un rechace donde no debía y volver a rematar. La inseguridad de la zaga y del meta pasó factura al Sevilla, que enfrente se encontraba precisamente lo contrario, una defensa muy firme, segura, cuantiosa y un portero que con sus salidas abortaba los balones laterales de los de Emery, que apenas lo que alcanzaban a conseguir en ataque. Reyes y Banega lo intentaban, pero se empeñaban en ir al centro y en conducir demasiado en vez de circular rápidamente la pelota, y daban pie a que los jugadores del Zenit se le echaran encima una y otra vez, robaran o taparan las líneas de pase.
Emery no esperó y quiso cambiar la tendencia del encuentro desde los vestuarios. Quitó a Iborra y Coke y metió a M'Bia y Aleix Vidal, este de lateral. Con esas variantes logró el Sevilla reajustar su juego de ataque, sobre todo porque a partir de entonces el equipo hispalense ocupó mejor el campo, los espacios ofensivos y, sobre todo, las bandas. Con Denis y Reyes más dinámicos, encontraba el Sevilla superioridad por las bandas. Además se sumaban Tremoulinas y Aleix, por lo que el equipo hispalense se olvidaba de la infranqueable zona central del Zenit y buscaba los costados. Y el peligro empezó a llegar, y con él las ocasiones.
Denis Suárez dinamizó el juego del equipo. A Reyes y Banega, surtidores irregulares hasta entonces, se sumó el gallego, y sus mismos compañeros empezaron a buscarle y los balones interiores, más precisos, llegaron. M'Bia y sobre todo Krychowiak ofrecieron consistencia atrás y el Sevilla creció y creció hasta desbordar las costuras que parecían de hierro del Zenit en la primera mitad. Las costuras descosidas por la izquierda y descosidas por la derecha. De costado a costado, apareciendo Tremoulinas, fue la pelota, apareciendo luego Aleix Vidal en la derecha para tumbar a Garay con sangre fría y espera y poner un balón templado a Carlos Bacca, que suplió a un romo Gameiro para empatar el partido y hacer estallar el Sánchez Pizjuán, que, eso sí, no había cesado en su apoyo con el 0-1.
La igualada templó los ánimos del encuentro, pero seguía el Sevilla siendo mejor, llegando mejor, rematando más, con Aleix Vidal y Tremoulinas en plan colosos, distribuyendo desde las bandas. Además, volvió a encontrar el gol y el premio en un espectacular remate de Denis Suárez desde fuera del área. Se lo mereció el gallego por su gran segunda mitad. Incluso pudo el Sevilla poner la guinda en una primorosa segunda mitad con una llegada de Bacca, que si acierta a rematar cuando estaba solo ante el meta habría coronado la remontada.
El resultado no es el mejor posible, porque el Zenit marcó en Nervión, pero lo que conlleva esta victoria, por la reacción, por la fe y la convicción sí que vale como argumento para sacar un buen resultado, sobrevivir en el Petrovsky Stadium y alcanzar unas semifinales que este Sevilla se merece.