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Sevilla FC
3-2
Rayo Vallecano

Konoplyanka saca del hoyo al Sevilla

Konoplyanka saluda a la afición al final del partido.
Konoplyanka saluda a la afición al final del partido.
DMQ
Foto autor
Álvaro Ramírez

El Sevilla, un triste y discreto Sevilla, ha sumado este sábado su primera victoria de la temporada. Y ya le hacía falta, y tanto. Ganó el equipo de nervionense in extremis, a cuatro minutos del final y con un gol de falta de Konoplyanka. Al ucraniano le está costando ganarse la confianza del entrenador, o viceversa, pero lo que parece evidente es que es un diamante que debe ser expuesto para brillar. El ucraniano ya ha sido decisivo, ya ha logrado un gol trascendental y se ha reivindicado de la mejor manera posible, salvando a su equipo.
La aparición del exfutbolista del Dnipro es casi lo único destacable del equipo nervionense en este pobre encuentro ante el Rayo Vallecano. Un partido en la que aparecieron más algunos futbolistas, como Tremoulinas y Gameiro, pero en el que siguieron ausentes otros muchos. A ello se le unen las constantes carencias, errores, fallos. Desde el evidente problema de la portería, donde todo lo que va parece entrar, a la condición física. No es normal, insistimos, no es normal que un jugador profesional (N'Zonzi) sufra calambres a los 70 minutos de partido, sin haber jugado el miércoles, por cierto. Algo falla en la preparación física. A ello se suma que hay jugadores que siguen sin responder. Iborra no está tan certero, la defensa sigue debilucha, Krychowiak no se encuentra cómodo, y puede que sea porque N'Zonzi no se entera de qué va la película del juego sevillista, por mucho que marcara y que haya experimentado una leve, casi etérea mejora. Pese a todos estos problemas, el Sevilla fue capaz de ponerse 2-0 arriba, y dejar ir la ventaja. Parecía de hecho que se iba hasta el punto, pero entonces apareció Yheven.   
Apostó Unai Emery por una alineación y una formación muy parecida a la que sacó en Canarias, aunque con Reyes dándole más alternativas en ataque al menos. Sorprendió, en todo caso, que dejara en el banquillo a Konoplyanka, si bien ha dejado claro el técnico nervionense que en momentos límite apuesta por la seguridad más que por la sorpresa, o al menos por los jugadores que considera que se la pueden proporcionar. De ahí un centro del campo tan poblado, con Krychowiak, N'Zonzi, Iborra, más adelantado, y Krohn Dehli, aunque este algo más en la izquierda. 
La realidad es que el Sevilla no mejoró en su fútbol con respecto a pasados encuentros, tampoco es que mejorara demasiado en defensa, porque de hecho concedió varias ocasiones claras atrás. Pero sí mejoró el Sevilla en la primera parte en una faceta determinante, en ataque, si no en la generación, al menos en los metros finales. Sin crear un fútbol apasionante, brillante, sorprendente, el equipo nervionense sí ganó en algo, en llegada y en acumulación de jugadores. Era noticia que aparecieran por el área un nutrido número de jugadores sevillistas, y eso se vio reflejado por ejemplo en el segundo gol sevillista.
Pero antes de llegar al descanso con una interesante ventaja, el Sevilla había sufrido en alguna contra, había concedido ocasiones y se había mostrado algo indeciso. Eso sí, encontró una importante vía de acceso al área vallecana, la banda izquierda. Con Krohn Dehli más metido al centro, Tremoulinas sorprendió en varias ocasiones entrando por ese carril. Antes de que pusiera el 1-0 a su compatriota Gameiro en una muy buena asistencia, ya había alcanzado la línea de fondo en varias ocasiones, con peligro además. Fue Tremoulinas, quizás con Gameiro, de lo mejor del Sevilla en los primeros 45 minutos, con un N'Zonzi algo más activo pero discreto, un Krychowiak siempre entregado y un Reyes demasiado ansioso. 
Se las prometía el Sevilla felices con su ventaja de dos goles nada más arrancar la segunda parte, pero el equipo nervionense tiene a día de hoy tantas fugas que siempre concede ventajas al rival, si no es por un lado, es por otro, si no es arriba, es abajo, o por ambas sitios. Lo que ocurrió en los segundos 45 minutos es un ejemplo. El problemón que tiene en la portería es irresoluble a día de hoy. No se resolvió en verano y da la cara a cada partido. Ante el Rayo Vallecano, otra vez. Si Rico había salvado una en la primera parte con la cara, ofreció su cruz en los dos goles del Rayo que igualaron el choque. Primero se comió un buen tiro de Bebé. Era buen tiro, claro, porque los rivales son profesionales y saben disparar entre los tres palos, pero hay que pretender que si una falta desde más de 30 metros va al centro, vaya a las manos del portero. Mala colocación, lenta reacción y golazo al canto, y nervios, porque el resultado se ajustaba.
Pudo de nuevo recuperar el margen el Sevilla, pero a Iborra le dio entonces por empezar a fallar goles. Uno, solo ante el portero, clamorosa ocasión tras buena jugada de Gameiro. Alguna más tuvo en ataque el equipo nervionense, que con los minutos, eso sí, fue remitiendo en ímpetu, en físico, en juego y en ocasiones. Y claro, como atrás lo que va a portería suele convertirse en gol, un disparo de Javi Guerra, muy escorado, se convirtió en el empate. Un empate que parecía condenar a un Sevilla timorato, endeble y físicamente realmente débil.
Tampoco es que el Sevilla hubiera encontrado reacción en los cambios de Emery. El de Konoplyanka estaba cantado, y los de Cristóforo y Mariano, muy protestados. Lógico, no parecían ser el mejor instrumento para levantar un partido que parecía se escapaba.
Pero tiene la suerte el Sevilla, a fin de cuentas, de contar con futbolistas de calidad innegable. Y la de Konoplyanka, lo es. Por mucho que se resista Unai Emery a darle la oportunidad de inicio, pues sigue sin ser titular. El exjugador del Dnipro, cuando Nervión se caldeaba a punto de estallar contra su equipo, convirtió el sufrimiento en éxtasis con una falta (significó la expulsión de Amaya) magistralmente ejecutada. Konoplyanka, en quien tanto está tardando en confiar Emery, salvó quizás no su cabeza, pero sí una situación ya realmente incómoda, para el Sevilla y para el entrenador. Los minutos se los habrá ganado, se supone, porque los puntos sí son suyos...