Un regalo envuelto en papel verde, luminoso, brillante, fuerte. Un regalo grande, valiente, arriesgado, dulce. Un regalo encargado en el Ramón Sánchez Pizjuán para que los béticos disfrutaran como nunca en esta noche mágica en Nervión. Un regalo merecido y conseguido de forma inteligente, de forma trabajada. Un regalo para todos los béticos, para los fieles, para los irreductibles, los cerca de 600 seguidores que llegaron al gol sur del estadio sevillista en la noche mágica, y por los más de 40.000 que acuden al Benito Villamarín y esperaban una alegría así. El Betis brindó el mejor regalo en la noche de Reyes, una espectacular victoria sobre el Sevilla en casa del eterno rival, una victoria con manita, porque hizo hasta cinco goles.
Una victoria histórica, porque acaba con un ciclo de sequía verdiblanca en los derbis, y porque no es fácil lograr cinco goles en un partido de este calibre. Y es histórica porque además agranda la herida de dudas del Sevilla y cierra la del Betis, que se confirma como proyecto fiable porque los proyectos se construyen sobre triunfos de este calibre.
El Betis fue osado, valiente, arriesgado, temerario en algún momento, pero ante todo fue mucho más inteligente que el Sevilla, y en la segunda parte, con las piernas cansadas, arrolló
La osadía de Setién, el riesgo, por momentos en demasía incluso, tuvo sus frutos con una victoria de las que lucen, de las que hacen crecer. De las que se construyen sobre hombros cada vez más grandes, como los de Fabián, que en este derbi se confirma como pieza clave del Betis. Sobre los mismos del técnico cántabro, que realmente salió triunfador con un planteamiento algo alocado, pero inteligente, aprovechando las debilidades, muchas, de la zaga sevillista, y aprovechando los momentos del partido, desde el primer minuto hasta el último. Gol a los 28", gol en el 95. Muestra de cómo de metido está este Betis en su idea, en su proyecto.
El partido, el Betis, tardó 28 segundos en dejar claro de qué iba la noche de Reyes en Nervión. Apenas había dado tiempo de un par de carreras, ni siquiera de entrar en calor, cuando Fabián, uno de los hombres del partido, aprovechó la concatenación de de indecisiones de Lebglet y Kjaer para sacarse un zurdazo de quilates, como todo lo que hizo el canterano, y romper uno de los maleficios verdiblancos en los últimos años, el gol. El tanto demostraba la personalidad del centrocampista de Los Palacios, la vulnerabilidad de la defensa sevillista y que el derbi había cambiado, que este derbi era otro. Entre otras cosas porque el Betis evidenciaba recursos y fe en una idea, una fórmula.
El gol dibujaba un panorama absolutamente diferente del derbi, que empezaba con 0-1. Pero el Sevilla, alentado por la grada, se hizo Sevilla, también se hizo derbi, como acostumbra, y mostró su peso y personalidad en el partido. Banega, escoltado por Nzonzi, se hicieron con los mandos. Fueron momentos en el que el marcador era enemigo del Betis, porque le incitó a echarse algo atrás y ser empujado. El equipo de Montella, valiente, empezó a encontrar huecos, vías de penetración, profundidad. Empezó a ser mejor y a tener ocasiones, ayudado también por la lesión de Barragán y la decisión de Setién de dar entrada en el lateral a Francis. Ese costado fue una de las explotaciones sevillistas. El gol del empate llegó en una falta por la izquierda, donde Francis se veía a veces superado y donde tenía un enemigo más que un amigo en Boudebouz, que se hartó de perder balones. De mediocampo hacia adelante era peligroso, de mediocampo para atrás, también.
Por ahí llegó el empate. Escudero sacó y Ben Yedder anduvo pillo. El partido se igualaba en el marcador y, curiosamente, también se equilibró en el campo, porque el Betis, a través de Fabián y Joaquín, quiso y a ratos pudo hacerse con la pelota y frenar el ímpetu sevillista. Todo cobraba sentido cuando la tocaba el canterano bético, todo era peligroso cuando la tocaba el portuense, que asistió de manera magistral en una falta a Feddal, que cabeceó de forma impecable para adelantar de nuevo al Betis en el Sánchez Pizjuán. El Betis era eficiente, se mantenía en el partido y aprovechaba la endeblez de la zaga del Sevilla.
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