Ni la pelota se atisbaba. Apenas intermitente, como una lucecita de Navidad, iba la pelota en vertical hasta donde aparecía Roque Mesa. Allí la niebla de nuevo se hizo opaca, un muro, hasta que de nuevo un rayo amarillo salió enroscado hacia el centro del área. Desde el punto de penalti, de la nada, de la niebla, apareció un '9'. Pequeño, raudo, y se fue directo hacia la pelota, a conectar con ella, y empatar un partido que ya se iba entre los dedos, entre la niebla. Casi ni se había visto cómo, ni se había visto quién, pero la pelota estaba en la red, y el punto en el zurrón, en una tarde horrible, en la que jugó 45 minutos con 10 jugadores, en la que todo parecía en contra.
El Sevilla vive y sobrevive. Vive cuando lo hace bien, cuando juega bien, cuando lo merece. Y sobrevive cuando lo hace mal, rematadamente mal incluso, cuando no lo merece o cuando las circunstancias, por méritos propios o ajenos, están en contra. En Leganés el Sevilla arrancó mal y terminó eufórico, porque sumó un punto donde no lo había, no se veía. En Leganés, el Sevilla quiso hundirse, autohundirse, con la expulsión del Mudo, incluso con el planteamiento del partido. Y también ayudaron a hundirlo, porque todo lo desató el perdón incomprensible de Hernández Hernández en una jugada de clara expulsión de Nyom.
Hernández Hernández pudo y debió expulsar a Nyom en la primera mitad, pero hizo la vista gorda y desató la ira descontrolada de los sevillistas
Desde el momento en que Banega y Sarabia se borraron del partido en Leganés se veía realmente que el Sevilla no preparaba o afrontaba de la mejor forma posible el último partido del año. Era un anticipo de lo que se vería en Butarque. El conjunto de Machín salió sin alma, sin fuerza, sin concentración, sin garra, y todas esas virtudes, que habían llevado al equipo a la segunda plaza de la clasificación, desaparecieron para dar pie a que un correoso Leganés encarrilara el encuentro.
Apenas había comenzado el encuentro y un buen remate de Vesga a un buen pase de Nyom, mal defendido, remate y centro, golpeó al Sevilla, que en todo caso pareció salir golpeado de los vestuarios. Con el marcador en contra se vio y acrecentó la ausencia de reacción y vitalidad del equipo. El Mudo estaba borrado de facto, luego lo estaría de hecho. Ben Yedder y Silva estuvieron desconectados porque el centro del campo nunca enganchó. Sin Banega no había juego, Amadou no asumió galones ni responsabilidad a la hora de sacar la pelota, y Roque, que lo intentaba, no tenía suficientes apoyos. Porque además, ni Navas ni Escudero estaban acertados a la hora de combinar.
El caso es que el Sevilla no encontraba patrón de juego, no encontraba su ruta hacia el peligro, a la portería de Cuéllar. Solo inquietó en una contra mal resuelta por el Mudo y un remate tras jugada a balón parado de Sergi Gómez.
Eso sí, toda la película podría haber cambiado si Hernández Hernández hubiera hecho lo que debió hacer y no hizo, expulsar a Nyom por una segunda amarilla clarísima que el colegiado canario decidió perdonar al jugador del Leganés. A partir de ahí los jugadores sevillistas enloquecieron, de manera desmedida además.
El Mudo Vázquez fue expulsado en el túnel de vestuarios por presuntamente insultar al colegiado y protestar la no expulsión de Nyom
Porque si el encuentro ya estaba torcido, se acabó de torcer camino de vestuarios. Mercado ya se había ganado una amarilla por protestar, pero Mudo Vázquez se pasó de la raya. En el túnel protestó a Hernández Hernández hasta, presuntamente, insultarle y forzar su expulsión.
Salió el Sevilla por tanto con 10 jugadores tras el descanso, y un cambio, el de Promes por Navas.
El relato de esa segunda mitad lo protagonizó la niebla. El Sevilla dejó pasar los minutos sin demasiada fe ni siquiera en el empate, sin patrón de juego, sin creencia, sin fútbol. Parecía que el Sevilla dejaba pasar los minutos y a asentarse la niebla sin que nada ocurriera. Los cambios, de Gnagon por Mercado, más tarde de Nolito por André, tampoco parecieron demasiado estimulantes. Y sin decisión del Leganés, sin peligro sevillista, llegó a un último tramo en el que el conjunto de negro tomó ánimo. Un magnífico remate al palo de Amadou se estrelló en el palo, y ya cuando parecía que el partido acababa, entre la niebla, una buena acción de Roque Mesa, el mejor de los últimos minutos, y el oportunismo de Ben Yedder, permitió al Sevilla igualar un encuentro que se daba por perdido y que parecía perdido.
Es de esos puntos que valen mucho, doble. Si en Valencia el empate era un castigo, en Leganés fue un premio. Porque el Sevilla se mantiene de pie, permanence, se erige, aún cuando le golpean. Y lo demostró en este encuentro. No perder, tal como estaba en la tarde, en Leganés, provoca que el punto, por mucho que pierda el Sevilla dos puntos, supone sumar, siempre sumar. En el casillero y en el ánimo. Se va el conjunto de Machín de vacaciones con el dulzor en los labios, esos que gritaron gol como nunca en la niebla.
Normal ke los jugadores del Sevillafc protestaron desmedidamente era lógico después de ke el trenzilla no expulsará al morenito, esto se ve venir de alguna manera tienen ke agregar al real Madrid y kitarse del medio al ke estorba ke se supone es el Sevillafc aún así seguimos con la media inglesa ganar dentro y empate fuera, felices fiestas.