Pues llegó Joaquín Caparrós al banquillo, se fue Pablo Machín, y el Sevilla ganó por fin fuera de casa, medio año después. Y lo cierto es que habría que escuchar o presenciar una charla del utrerano en el banquillo, para comprobar su efecto, pero en apenas tres días le ha dado al equipo cosas. Para empezar, agresividad, mayor actitud defensiva y unos matices tácticos cuyo resultado ha sido la victoria. Triunfo además que permite al Sevilla mantenerse en la pelea por la Liga de Campeones, la única pelea que le queda ya.
Cómo logró el triunfo es otro asunto. Lo hizo con una buena primera parte, un gol de penalti y una segunda mitad con actitud defensiva, y poco más. También con estilo Caparrós, sobre todo en agresividad, en hacerse incómodo al rival, y hasta en el resultado, 0-1. Pero el caso es que lo vital era ganar y el Sevilla ganó, y frena de esta forma una sangría de resultados, de ánimo y de malos resultados fuera de casa. Desde finales de septiembre no ganaba en LaLiga, y lo hace a tiempo para no perder comba en el campeonato.
Sea con sello de Caparrós o no, el Sevilla sí que salió con un punto más de intensidad y agresividad al campo que en sus últimas salidas. Si fuera de casa el equipo nervionense tiraba minutos y minutos, ante el Espanyol evitó esa languidez. La presencia de Amadou y Gonalons daba más fuerza a la medular, incomodaba al rival, y el Sevilla empezó jugando en campo contrario y ocupando mejor los espacios. Los cuatro defensas de Caparrós permitían sumar un efectivo más al centro del campo y por ahí empezó mejor el conjunto hispalense, robando continuamente y llegando con bastante asiduidad además, aunque sin demasiada precisión en los remates, sobre todo por parte de André Silva, que sin confianza ni acierto estuvo bastante por debajo de su teórico nivel. Mejor anduvieron Quincy Promes, el más peligroso partiendo más adelantado desde la izquierda, y Ben Yedder, un peligro constante.
El Sevilla se mantuvo firme, serio, sobrio en defensa y casi sin pasar apuros atrás, a pesar de contar con ese jugador de menos en la zaga con respecto al dibujo de Machín, pero también es cierto que, conforme avanzaban los minutos, fue perdiendo capacidad de sorpresa y profundidad, se fue haciendo más plano y el partido, por consiguiente, más igualado.
La segunda mitad arrancó con un Espanyol más valiente y ambicioso, más adelantado, pero paradójicamente el que se aprovechó de ese nuevo escenario fue el Sevilla, en una jugada de André Silva, casi la única que hizo bien en el partido, en la que picó Mario Hermoso, cometiendo un penalti un tanto absurdo pero muy válido para el equipo nervionense, ya que Ben Yedder no perdonó y lo ejecutó a la perfección para adelantar a su equipo.
Tuvo unos 10 minutos tras el gol el Sevilla muy buenos, sin gol, sin remate, pero muy buenos en cuanto a posicionamiento y lectura del encuentro, pues fueron esos momentos en los que mejor se asociaron sus futbolistas, algo que prácticamente no había ocurrido hasta entonces. Pero esos minutos no acarrearon peligro y el partido dio un giro cuando el Espanyol se fue a tumba abierta a por el empate. Empezó a acumular muchos futbolistas en zonas de peligro, empezó a llegar y provocar faltas y saques de esquina, y aunque dejaba huecos atrás, no había piernas en el Sevilla para fabricar contras. Caparrós intentó dotar al equipo de frescura con los cambios de Munir, Rog y Vázquez, por este orden, pero le costaba un mundo a los andaluces alcanzar zonas ofensivas.
Los últimos minutos del partido fueron un clásico. El Sevilla se defendió con uñas y dientes, se mostró muy competitivo, a pesar del cansancio que se notó en muchos futbolistas, cortocircuitó a un Espanyol al que además no estuvo fino y que apenas generó peligro. El Sevilla logra lo que necesitaba, ganar, parar la crisis y mirar al futuro, ya con Monchi, con algo más de optimismo.