Cuando entre tanta tiniebla existe un halo de luz quiere decir que esa luz es tremendamente brillante. En el Sevilla se oscurecieron los presagios cuando Ramón Rodríguez Verdejo partió rumbo a Roma. Curiosa paradoja, porque esa gloria que buscaba Monchi la va a encontrar; pero no en el Coliseo, sino en casa. Ante su gente.
Monchi vuelve al Sevilla Fútbol Club, la entidad que le dio todo y que él solo ha podido recompensar como mejor sabe: entregándose en cuerpo y alma por y para el Sevilla. Al igual que uno jamás puede cansarse del amor de sus padres, Monchi no se cansó del club de sus amores. Jamás podrá cansarse de lo que dicta su corazón. Jamás se cansó de su sentimiento, ni lo hará. El Sevilla es su pasión eterna, su aliento, su vida.
Lo que ocurre es que a Monchi le duele el Sevilla, y le dolía aun más al ver cómo jugaban con el escudo. La guerra interna de poderes lo agotó. Era epicentro de un nido de zarzas que no quería, ni merecía. Cuando incendian tu casa, lo último que quieres es estar para verlo.
Quizás su vuelta haya llegado mucho antes de lo que pensaba y quizás signifique muchas cosas. La exigencia del Sevilla la conoce, como también conoce la sinrazón de aquellos que solo pretenden bombardear el barco a la mínima oportunidad. Algo debe haber engatusado a Monchi para que decida retomar el timón de forma inmediata. ¿Un horizonte de aguas tranquilas, amparado por la inyección financiera de un potente capital extranjero? Lo veremos.
Más allá de los entresijos que ocurran tras las paredes de Nervión, el regreso de Monchi al Sevilla llega como una bocanada de aire ante el futuro próximo. La incertidumbre que se apoderó del club con su marcha no fue casualidad. El Sevilla está cuajando una de las peores temporadas de la última década y la sensación de deriva es patente. La pérdida de potencial y de fortaleza en la entidad –que se venía avisando desde hace algunas campañas- se ha dado un baño de realidad en pocos meses.
El hijo pródigo regresa, y se encuentra un Sevilla roto, herido, prácticamente exhalando por terminar la temporada de la forma menos desastrosa posible. Una realidad muy lejana de la que dejó el mejor Director Deportivo del mundo tras su salida. Es por ello que Monchi entrará de nuevo en el Sánchez-Pizjuán como el Mesías lo hizo en Jerusalén; y lo hará para volver a ser la piedra angular de todo el Sevilla Fútbol Club.
El de San Fernando se marchó con lágrimas en su rostro y con un “volveré cuando el Sevilla me necesite”. Por eso ha vuelto, porque el club necesita el reinado de su león para recuperar su esencia de equipo campeón, esa que ha costado años de labranza y esfuerzos del sevillismo y de la que nunca debe alejarse el Sevilla.
Sin duda, debe ser el primer escalón para empezar una nueva reestructuración en los cimientos del club. La reforma debe ser profunda y sensata. Solo así el Sevilla podrá recuperar el empaque y el poderío –institucional y deportivo- para codearse con los grandes titanes del continente. Nada fácil, pero Monchi ya lo hizo. Bienvenido a tu casa.