La Semana Santa en Sevilla roza lo intangible, raya el alma más allá de lo trascendente, ahonda en el corazón hasta límites insospechables. Una manera de vivir la vida que lo mismo te aprieta que te ahoga, que puede dártela o hasta quitártela. En esas lides encontramos la leyenda de Juan Araujo, exfutbolista del Sevilla que en el año 1965 quedaría por siempre en los anales de la ciudad, con el día que el señor del Gran Poder fue a visitarlo.
Cuando nada queda, cuando todo falta, te agarras al último clavo habido y por haber. Y él se aferró a su Cristo, al señor del Gran Poder. La enfermedad de su hijo le sumió en la tristeza más absoluta y aquel hombre pedía noche y día que su señor del Gran Poder lo curase. La sanación no llegó y el pequeño acabó perdiendo su batalla con la vida. Su solución fue renegar de la fe y prometió que jamás iría a la Basílica a visitarlo y si lo veían cerca de él sería porque el señor iría a su casa.
Sin embargo, nunca se sabe qué te puede deparar la vida y el señor le dio una segunda oportunidad aquel año. En las Misiones Populares por la Guerra Civil al señor de San Lorenzo le tocó visitar el sevillista barrio de Nervión, donde residía y se ganaba la vida Araujo, en un taller. Una nueva profesión alejada de aquel futbolista al que Antonio Sánchez le pidió que firmase por el club y que no dudó pues era su sueño desde niño, cumplido a cambio de 1.000 pesetas y ropa para vestir. Volviendo a dicho día, la lluvia impidió que la hermandad completase su trayecto y ante la imposibilidad de llegar hasta iglesias cercanas valoraron el meterlo en una nave cercana.
La incesante lluvia hizo que llamaran a la puerta y allí estaba el 'pato' Araujo. -"¿Quién es?", cuestionó. -"El Gran Poder", respondió una voz lejana. Una llamada que inmediatamente lo hizo apresurarse a abrir y allí estaba él. Su Cristo, su señor, el que le 'obligó' a arrodillarse y pedirle perdón por haberse alejado de él. Un sueño que pudo ser completo de no ser por la altura de la cruz, que no le permitió entrar y fue la Virgen del Mayor Dolor y Traspaso quien sí durmió con él esa noche para seguir su camino al día siguiente.
Esa era la historia que le tenía guardada el Gran Poder a Juan Araujo, delantero que se hizo con el puesto de Campanal en su debut ante el Hércules en 1945. Un futbolista con un peculiar apodo, como así reveló López, delantero de los stukas: "El otro día, viendo una fotografía de Araujo mi hija me preguntó quién era. Yo le contesté: ¿No lo ves? El Pato". Y así se quedó el mote de uno de los principales valedores del campeonato liguero, cuando consiguió batir a Velasco con un notable cabezazo e instaurar en el marcador un resultado que no se movería hasta proclamarse campeón. "Araujo será o no será internacional. Para nosotros ya lo es. Más aún: es, sólo él y nadie más, la furia española vestida de blanco", así describían su hazaña.
El hito de un futbolista que caería en el olvido años después, que tocó un fondo jamás pensado hasta el hecho de renegar de su propia fe, motivada por la pérdida de un hijo que no escuchó las plegarias de su 'Padre'. El mismo que cuando menos lo imaginaba fue a visitarlo a su casa y le devolvió el cariño que tanto necesitaba