Minicrisis declarada

El Sevilla ha confirmado este sábado su segunda derrota consecutiva en LaLiga, y tratándose de este equipo, de estas hechuras, de los objetivos sevillistas, la derrota es también la confirmación de la primera minicrisis de este conjunto de Lopetegui. Merecida o no, porque ocasiones para revertir el marcador tuvo a porrones, el Sevilla evidencia en este encuentro varios problemas, algunos conocidos y reconocidos, otros más novedosos y propios de esta temporada. Porque por ejemplo, este encuentro era el primero tras la primera jornada de la Liga de Campeones, y lo notó el Sevilla en varios aspectos, en que las rotaciones no dieron el mismo nivel y que el brío y la concentración brillaron por su ausencia de inicio, sobre todo en la primera parte. Luego están los otros problemas más recurrentes, porque que el equipo nervionense no lograra ni un solo gol con la multitud de ocasiones disfrutadas es para hacérselo mirar. Y que el delantero centro, uno de ellos, En-Nesyri, fallara una tan clamorosa, también.

El Sevilla tuvo muchos errores e hizo mal bastantes cosas en la primera mitad, pero lo peor fue no ser fiel a sí mismo. Ante un Éibar, como siempre, valiente, arriesgado y presionante, el equipo nervionense no estuvo a la altura. Poca intensidad, presión irregular y mal ejecutada, sin tensión, y poca movilidad arriba cuando los de Lopetegui tenían la pelota. Un cóctel perfecto para que los armeros ahogaran a un lánguido Sevilla, irreconocible, y sacaran fruto de continuas pérdidas de pelotas locales. No tuvo respuesta el equipo hispalense ante ese despliegue vasco. Cuando intentaron sacar la pelota jugada, arriesgaron demasiado para tan poco premio. Y en largo apenas jugaron a la espalda de la defensa adelantada del Éibar para sortear esa presión.

Por todo ello, el Sevilla apenas apareció con la pelota, por lo que peligro generó poco. Los ataques en superioridad fueron contados, y mal definidos. Las jugadas elaboradas fueron casi accidentales, y casi nunca llegando en profundidad. Acuña y Navas tampoco se incorporaron mucho, porque el partido se desarrollaba más en campo propio. En definidas cuentas, apenas tiros lejanos y bastante tranquilidad para Dmitrovic.

El Éibar encontró su tanto en ese juego valiente en campo contrario, en una acción que resolvió bien Kike ante Sergi Gómez, y castigó esa primera parte falta de identidad del equipo de Lopetegui.

Las cosas cambiaron y mucho en la segunda parte, en juego, porque el marcador no se movió, pero el Sevilla realmente mereció haber marcado algún tanto y como mínimo igualar. El primer cuarto de hora de la reanudación fue un continuo de llegadas y ocasiones, sobre todo una de En-Nesyri que increíblemente lanzó arriba cuando estaba prácticamente solo. Lopetegui recurrió a dos delanteros y le dejó la banda derecha a Navas. Eso permitió que empezaran a llegar balones a la espalda de la defensa armera, recurso obviado en la primera mitad y evidentemente útil en la segunda.

Esa oportunidad referida del africano fue la primera clara de muchas oportunidades mal definidas, mal interpretadas. Navas volvió a salir al rescate del juego ofensivo del Sevilla, en el que Óliver mejoró muchísimo y también algo Óscar hasta que le cambiaron. Pero luego arriba faltó, una vez más, claridad. Ocampos estuvo fallón y obtuso, el marroquí, errático, Munir muy rematador pero con el punto de mira desviado, y luego los cambios aportaron ya poco, porque Carlos apenas remató una ocasión y De Jong ni eso. El caso es que hasta el final el Sevilla estuvo apretando, metiendo al Éibar en su área y pudiendo marcar. De hecho Ocampos desaprovechó una ocasión sin portero al final del partido que mandó fuera de manera increíble.

No entró y el Sevilla acumuló su segunda derrota seguida en LaLiga, algo realmente extraño en este equipo que para perder tenía que provocar casi hecatombes. Ahora llegan con asiduidad y, además, acompañados de la falta de pólvora arriba, algo que en todo caso ya se sospechaba.

Con todo, aunque la minicrisis sea declarada, como decía Monchi, con un par de derrotas, debe encontrar el Sevilla en sus propias entrañas, en su propia actitud tras partidos como el del Chelsea, la solución a sus problemas.