La sabana es uno de los lugares con más verdad de la tierra. La ley es clara, sólo los fuertes sobreviven. Allí manda el león, como en San Mamés, donde se presentó este sábado ese impala cojito que vemos -el que aguante el ojo- cómo se reparte la manada a través de nuestra televisión en cada tarde de día laborable. El Sevilla FC llegó herido de Austria, literal y metafóricamente. Con cara de presa fácil, pero la ley de la sabana también tiene una esperanza mínima: encontrarse a un león sin colmillos, incapaz de hincar el diente a su comida. Condenado a morir si no lo hace. San Mamés es tierra hostil hasta para los ‘sevillas’ más duros, pero si el rey vasco no muerde, pasa lo que pasa.
Ante la plaga de bajas que sufre el equipo, Lopetegui cambió el dibujo y se echó en las manos del Papu, casi el único jugador diferencial que había sobre el césped. Así, el Sevilla formó con un 4-4-1-1, con una línea por detrás del argentino conformada por centrocampistas que pudieran hacerle llegar el balón, pero que acabó siendo un agujero por el que correteaban los jugadores athleticzales.
El Sevilla no salió del todo mal y, de hecho, la primera ocasión fue suya con un cabezazo de Delaney en el minuto 7 que tocó en Lekue y se marchó fuera. A partir de ahí, el equipo de blanco era un animalillo herido en manos de los leones. Llegadas y llegadas locales, fallos y fallos en defensa, disparos a la madera… Que si Iñaki Williams, o Dani García al palo. El otro de los Williams con la misma puntería que su hermano o Bono salvando a bocajarro ante Raúl García. Eran el resultado de los continuos errores en la salida de balón, las muchas dudas y, sobre todo, que nadie aguantara la pelota arriba, una función que se esperaba de Rafa Mir pero en la que, de momento, está suspendiendo. Así, nadie encontraba a un Papu que esta vez jugaba por el centro, con libertad para bajar a oxigenar y que siempre buscaba la manera de calmar al equipo.
Y con el Athletic asediando y perdonando, el Sevilla por fin dio con el argentino, que remó para llegar a la línea de fondo y centrar. La pelota, de un rechace, le cayó a Montiel y éste se la puso a un Delaney que antes de tenerla ya sabía donde la iba a poner: donde no llegara jamás Unai Simón.
Parecía el fin a los peores minutos de la temporada, un equipo totalmente desnortado que era capaz de librarse de las fauces del león con un zarpazo inesperado. Pero el guion, con 0-1 en el marcador, fue el mismo hasta el descanso, con otra ocasión clarísima de Muniain -en la que además reclamaron penalti de Koundé- y un disparo al palo de Vencedor. Dos ocasiones más al saco bilbaíno salpimentadas con los enésimos errores defensivos.
Si parecía imposible llegar al descanso sin ir perdiendo, hacerlo ganando debía ser obra divina. Tres kilómetros y medio y 45 minutos andando separan a San Mamés de la Basílica de la Virgen de Begoña, si algún sevillista de los desplazados empleó el tiempo de la primera mitad en ir a pedir por su Sevilla dejando libre su butaca de San Mamés, fue un tiempo bien empleado. Un paso de palio de Rodríguez Ojeda para la Virgen de Begoña, pues.
Tres kilómetros y medio y 45 minutos andando separan a San Mamés de la Basílica de la Virgen de Begoña, si algún sevillista empleó el tiempo de la primera mitad en ir a pedir por su Sevilla, fue un tiempo bien empleado. Un paso de palio de Rodríguez Ojeda para la Virgen de Begoña, pues.
Había tantas cosas que modificar que Lopetegui hubiera necesitado tres descansos para cambiar el chip de los suyos, pero lo cierto es que en 15 minutos le dio tiempo a convertir a su equipo en algo, por lo menos, serio. Si Marcelino lamentaba en la previa la falta de gol de su equipo pese a generar ocasiones, el Athletic Club tuvo que marcharse deprimido al vestuario y ya apenas levantó cabeza. El plan del Sevilla pasaba por amarrar el botín que inmerecidamente había metido en el saco.
Sabedor de sus limitaciones con medio equipo titular en la enfermería y con las botas llenas de plomo, el equipo de Nervión sí pareció en la segunda parte un equipo algo más sólido, lo que no impidió que el Athletic tuviera de nuevo una clarísima, en las botas de Munian. El conjunto vasco, harto de fallar, ya llegó mucho menos, porque más era imposible, y los de Lopetegui defendían el resultado con cierta comodidad gracias al apelotonamiento de jugadores defensivos -acabaron el partido Koundé, Diego Carlos, Fernando, Gudelj, Rekik, Delaney, Montiel- y a la falta de ideas de un equipo que necesita correr para desarbolar al rival y ya no podía.
El Sevilla ni se acercó al área de Unai Simón. Sencillamente no lo necesitaba. Le bastaba con desesperar al león sin colmillo. La ley de la sabana es dura, fuerte, pero deja sus resquicios. Y hoy ese animalillo herido en Austria lo encontró. Exactamente allí donde puso la pelota Delaney.
La ley de la Virgen de Fátima jajajajajaja
El equipo no está bien; no hay concentración, no se juega centrado, mucho control de balón pero poco gol que es al final lo que vale, que yo sepa los partidos no se ganan con el control, se ganan marcando goles, no con tantos pases. Hoy hemos tenido suerte, que también hace falta para ganar los partidos, y más cuando se falla tanto. Después de todos los infortunios que están ocurriendo, hacia falta que nos tocará la gracia. Habría que considerar el porqué hay tantas lesiones y tan graves en esta temporada, algo debe estar fallando. También el porqué equipos menores cuando presionan y no nos dejan jugar, terminamos perdiendo como ha ocurrido en la Champions.
De la misma forma ganaron ellos aquí el año pasado. Eso es lo que hay. O se te olvida amigo?
Igual ganaron ellos Aqui el año pasado o eso se olvida?
Igual ganaron ellos Aqui el año pasado o eso se olvida?
Igual ganaron ellos Aqui el año pasado o eso se olvida?
Viva la filosofía así nos va. Pues nada, sigamos así para siempre. El fútbol ha cambiado y hay que ir con los tiempos