El tiempo dirá

El tiempo dirá qué supone este punto para el Sevilla FC, un equipo que acaba el año en una posición envidiable, pero no tan arriba como soñaban los aficionados que, una vez más, desafiaron a los elementos para acudir a un Sánchez-Pizjuán que más que un estadio parecía una ducha. En Sevillla llueve tres días, al año, uno es el Viernes Santo y la meteorología ya le debe cinco partidos de tiempo primaveral al sevillismo.

La lluvia, eso sí, fue más protagonista en la grada que en el césped, en un partido en el que un candidato muy castigado y un ¿excandidato? tenían mucho que ganar. Los de Lopetegui achuchar al Real Madrid de verdad, y los de Xavi credibilidad e ilusión para, al menos, poner al escudo azulgrana en la zona alta, una vez que ser campeón parece una quimera. El tiempo dirá, allá por mayo, cuál es el verdadero valor de este empate que ha arrancado el Sevilla en su campo. Amargo si se hubiera firmado antes del partido, agridulce como mucho viendo cómo se puso la cosa en la segunda mitad. Un Barça de los de antes habría ganado seguro. Uno con Messi posiblemente se habría paseado, pero el de hoy es una simple pandilla de jovencitos que juegan muy bien al fútbol y que posiblemente en el futuro sean campeones de muchas cosas. Pero eso será en el futuro.

La única sorpresa en el once fue que Lopetegui introdujo a Fernando, pero como central, un cambio de nombres que mantenía el centro del campo que tan buen resultado dio ante el Atlético de Madrid y confirmaba que Rekik está por delante de Augustinsson, de nuevo, en la rotación del lateral izquierdo. Además, Rafa Mir formaba en punta de ataque.

No sólo esos fueron los cambios respecto al sábado, sino también la manera de salir del equipo. Si ante el vigente campeón el Sevilla fue mandó e intenso desde el principio, ante el Barça fue otro equipo. Los de Xavi sorprendieron a los de Lopetegui con líneas muy adelantadas que provocaban el error, y su consabido buen toque de balón. La defensa de circunstancias no se compenetraba con el centro del campo y el Sevilla apenas enlazó una jugada en los primeros 20 minutos. El Barcelona dominaba, pero no tenía ocasiones claras.

El primer acercamiento sevillista fue un gol anulado en el 21’ a Rafa Mir por fuera de juego, y ahí el equipo se asentó mejor en el césped hasta que, pasada la media hora, llegó el tanto del Papu Gómez. El Sevilla gozaba de un córner y tiró de pizarra para que el argentino rematara a gol el servicio raso de Rakitic. La estrategia de Lopetegui ganaba la partida a la de Xavi… de momento.

El partido caminaba hacia el descanso y la grada se iba encendiendo, sabedor de que el resultado era oro para el Sevilla. Sin embargo, cuando la primera parte languidecía, el conjunto catalán empataba con un gol parecido pero no igual al de Felipe Augusto el pasado sábado. Un córner desde la misma esquina lo sacaba Dembelé templado para que Ronald Araújo volara y la pusiera imposible para Bono. Si ante el Atlético falló Gudelj, esta vez falló el sistema de defensa mixto, que provocaba que muchas zonas estuvieran cubiertas menos la de la cabeza del potente central azulgrana, que dio un brinco de campeonato, imponiendo su fortaleza a los jugadores más hercúleos de los blanquirrojos. 1-1 en la pizarra y en el marcador, y al descanso con la sensación de que quedaba mucha tela por cortar y el partido verdaderamente no se decantaba para uno u otro lado.

El Sevilla salió más animado en la segunda mitad, con llegadas -internada del Papu, carrerón de Rafa Mir, córner que Rekik remata fuera- pero sin peligro real. Presiona arriba con mas fuerza y dificultaba la salida del Barça que, eso sí, cuando la superaba llegaba con peligro con gracias al buen pie de Frenkie de Jong y Gavi.

Cuando más se iba asentando el partido y menos carburaba el Barcelona llegó la jugada que marcaría el partido y que podría haber provocado una derrota que no llegó, por suerte. Para valer 80 millones de euros también hay que hacer de vez en cuando acto de constricción, por muchas ganas que uno tenga de darle un pelotazo en la cabeza a Jordi Alba, entrar en sus provocaciones de ese modo es de novato.

Para valer 80 millones de euros también hay que hacer de vez en cuando acto de constricción, por muchas ganas que uno tenga de darle un pelotazo en la cabeza a Jordi Alba, entrar en sus provocaciones de ese modo es de novato.

Roja a Koundé, otra jugada perfectamente evitable que echa peso al equipo en un partido importante. Como En-Nesyri ante el Salzburgo en casa; como Delaney ante el Lille; como Jordán en Austria… Aspecto a mejorar si se quiere aspirar a todo. Por el equipo y por Koundé, que enjugó todo lo que su cotización había subido con su partidazo del sábado.

Con uno menos, Lopetegui conformó un 4-4-1, con Ocampos ‘chicoparatodo’ de carrilero y Papu y Delaney en los costados. Con Rakitic exhausto y Rafa Mir perdido, una vez más, el plan del de Asteasu pasaba por aguantar con Gudelj y buscar un carrerón del reaparecido -por poco tiempo- En-Nesyri para hacer daño. Que eliminen pronto a Marruecos.

Xavi decidió quitar al referencia arriba y poner a Gavi de falso ‘9’, y ese fue el rato en el que más sufrió el Sevilla, aunque sin ocasiones claras azulgranas a excepción del clásico tirazo de Dembelé, que esta vez el espíritu navideño más rojiblanco envió al poste.

El final, con el Sevilla hundido y despejando todo lo despejable, se convirtió casi en un frontón. Xavi incluso metió a Luuk De Jong por si caía alguna, que no cayó, como se temían los más de 31.000 sevillistas que poblaban el estadio, especialmente los que más pitaron al holandés cuando era sevillista. Augustinsson formaba doble lateral con Rekik y sufrián, pero conseguían, detener el ímpetu de Dembele. Al final, casi empate en canteranos, con los debuts de Juanlu, que le echó sangre al partido, y Valentino.

El asedio que no llegó a ser tal no pasó a mayores. El Sevilla acaba un año 2021 espléndido con un empate que no sabe bien del todo ante el FC Barcelona. Reflejo de estos tiempos en los que en Nervión sueñan con todo. El Real Madrid está a cinco puntos. Suficientemente lejos para no dejarse llevar por la euforia. Suficientemente cerca como para pedir un bonito regalo a los Reyes Magos.