Lo caro realmente es descender a Segunda División

De sumar 50 puntos, a acumular apenas 25. De pelear por el título de LaLiga Santander con el Real Madrid, a pegar codazos con Almería, Getafe y Cádiz (con todo el respeto para estos clubes) por la salvación. De recibir 16 goles en 24 encuentros, a sumar 39 esta temporada. Esto (aún) no es opinión, estos son los datos de la increíble caída del Sevilla FC, del increíble cambio del cuarto presupuesto de la competición, de la increíble decepción vestida de blanquirrojo. Y lo peor (aún) puede llegar. La culpa era de Julen Lopetegui, del hombre que te había colocado entre los mejores en los últimos años, del hombre al que en verano le dejaron claro -con significativos gestos- que no iban a mover una pieza por él, porque la directiva había perdido la confianza. La culpa, después, era de Monchi, del hombre que te había convertido en uno de los mejores equipos de Europa, del hombre al que en verano le dejaron claro -con significativos gestos- que no iban a dejarle prácticamente mover una pieza, porque la directiva pensaba diferente. La culpa, entre tanto, era de Óliver Torres, que no se le inscribió en Europa, de los médicos, que dejaron otro capítulo bochornoso, de Rakitic, que estaba muy mayor, del Papu, que se quería ir al Mundial, de En-Nesyri, que no le marcaba a nadie o de Rafa Mir (que había marcado 13 goles el pasado año), que no tenía nivel.

Con el equipo hundido, la directiva tomó el mando: Lopetegui, a su casa (o a Inglaterra), Monchi recomendado a hacer cambios y al mando Jorge Sampaoli. Sí, el mismo que dejó tirado al club para irse a Argentina. El mismo que traicionó a la entidad. Ese era el elegido. Y los cambios, eso sí, sin gastar un duro. La realidad, apartando el pasado, es que Sampaoli le cambió la cara (al menos un poco) al equipo. Ordenó sus ideas y consiguió que sus jugadores volviesen a sentir esa chispa del Sevilla. La realidad, apartando lo del verano, es que Monchi le dio algunas herramientas de valor a su equipo, que consiguió, sin apenas presupuesto, cerrar a varios futbolistas y que el Sánchez-Pìzjuán volviese a sentir esa chispa que te da el Sevilla. La realidad es que Óliver Torres fue reinscrito, que Rakitic ya no parecía tan mayor y que En-Nesyri ahora le marca a todos (lo del Papu y lo de Rafa Mir aún no ha encontrado solución) Y ahora el equipo sigue hundido.

Entre medias verdades y parabólas (como este artículo) el Sevilla lleva navegando sin rumbo durante meses, se hunde y se acerca al descenso poco a poco, y el mando de decisiones, que debe estar firme, sigue temblando. Monchi no ha podido (o no ha sabido, que todo el mundo es humano) solucionar el curso; los jugadores no han podido (o no son capaces físico-futbolísticamente) sacar la cabeza; los entrenadores no han encontrado (o no pueden) la llave. Todos son culpables, todos han sido señalados, de una manera u otra, por la planta noble, pero los de arriba, con Pepe Castro a la cabeza, son igual o más culpables. Y lo saben. Todos los de arriba han demostrado (y se les debe reconocer) que saben llevar al club a lo más alto. Todos han demostrado que están capacitados para hacer grande a este Sevilla. Y todos, igualmente, parece que han olvidado durante esta temporada que lo caro no era buscar a un delantero de nivel que complementase el plantel; que lo caro no era buscar a un pivote que acudiese al rescate; que lo caro no era perder unos euros con algunos futbolistas para buscar recambios; que lo caro no era invertir en invierno y jugártela; que lo caro no era encontrar un central de garantías cuando pierdes a tus dos mejores jugadores; lo caro no es motivar a tu plantilla con primas por objetivos internos (por vergonzoso que parezca a estas alturas), ni dejar de ganar dinero con entradas por ver el Sánchez-Pizjuán lleno soñando con volver a levantar la Europa League. Eso no es caro. Lo caro, y esto os lo dirán ellos que bien entienden de economía y números, es descender a Segunda División, salir del pozo que un día se sumergieron equipos como el Dépor, el Zaragoza, el Málaga o el Sporting (históricos del fútbol español). Dejense de historias de protagonismo, de histerias de paseos y mensajitos, dejense de promesas irreales y jamás olviden que lo caro será descender, limpiar la plantilla, perder ingresos por televisión, montar un nuevo equipo en Segunda... e intentar volver a Primera. Eso sí que es caro.