Dicen que con los años las resacas cada vez son peores, que lo que antes se recuperaba en una noche, poco a poco necesita un día, dos o tres, que el vino pega mucho de primeras, pero que las duras realmente son de alcohol duro. Con las derrotas en Nervión empieza a pasar lo mismo: lo que antes se olvidaba con un par de días, con un triunfo en el siguiente partido, ahora necesita dos, tres o cuatro partidos, porque este Sevilla no le gana a nadie y porque aunque el Emirates daña, Balaídos duele más.
Lo de Londres fue una de esas noches largas. El Sevilla se presentó en el Emirates con la única idea de no ser goleado y lo consiguió. Se fue solo con un 2-0 cuando la noche podría haber sido de traca. Como lo pudo haber sido, hace no mucho, la de Old Trafford, pero la historia cambió cuando en el brazo apareció la silueta de la Europa League.
Sin embargo, la derrota ante el Arsenal, por desgracia para el sevillista, no era ni mucho menos inesperada. Una de vino: pega fuerte, duele mucho la cabeza, a la cama te vas aturdido, pero al día siguiente, aún tocado, sabes que será pasajera. Llueve sobre mojado.
El problema es lo de Balaídos, o lo de Cádiz, o lo del Sánchez-Pizjuán ante el Rayo, o lo de Mendizorroza, o lo de la noche que un baby Valencia visitó Nervión. Esas son las resacas largas.
Porque perder ante un grande es admisible, porque aunque el equipo esté lejísimos de lo que el escudo merece, su afición sabe de donde viene, de donde llega; porque perdonó un 5-1 en Moscú con Berizzo, un 3-5 ante el Betis con Montella (ay, Diego Alonso y la posibilitá), e incluso una indigna final de Copa ante el Barça (0-5).
Fueron vergonzosos aquellos capítulos, pero el sevillismo supo olvidar y seguir apoyando, pero lo que realmente gasta, desgasta y desilusiona es lo de Balaídos, lo de pasar del 'da igual quien venga, que ganamos' con Lopetegui o 'la pregunta no es si ganamos sino por cuanto' con Juande, a 'esperemos que hoy ganen' con Sampaoli, Mendilibar y Diego Alonso, porque lo que desgasta es ganar dos de once partidos, ver a los jugadores arañar ante el City y perder por un penalti y después ver a los mismos arrastrarse ante equipos teóricamente inferiores. Eso sí que desgasta. Perder en los penaltis duele, sí; pero más duele recibir cuatro ante un recién ascendido.
Llueve sobre mojado en Nervión. Lo de Londres, por muy doloroso, por muy feo que haya sido, pasará, pero lo que la grada no perdona es el ridículo que se firma fin de semana sí, fin de semana también, cuando apuntas a ser uno de los seis primeros (y me paso) a principios de temporada.
Si el Sevilla gana tres partidos seguidos, está ahí, en la pelea, seguirán diciendo algunos mientras son incapaces de ganar el primero.
Y ahora el derbi, casi ná.