Las últimas horas del Sevilla, en el césped y en los despachos, bien las podría haber firmado Ilia Topuria. El conjunto blanquirrojo ha vivido sumergido durante 48 horas en una serie de caras a caras, golpes e incluso alguna patada impropias de un club que presumía ser élite. Tras lo de En-Nesyri y Quique Sánchez Flores, Sergio Ramos ya lo advertía: ¿Quién no se ha peleado alguna vez con su padre o su hermano?
Intentaba restar peso al asunto Sergio Ramos en zona mixta (como buen capitán que es y como debía hacer) y, posiblemente, no tuvo la declaración más acertada. El de Camas, capitán del equipo, quiso dejar claro que lo ocurrido con En-Nesyri y Quique Sánchez Flores pasa en todas las casas, pero lo que no sabía (o sí) es que horas después el sevillismo viviría, otra vez, la enésima, otro desagradable capítulo.
Del Nido Carrasco, como si fuese Quique Sánchez Flores, tuvo que enfrentarse a Del Nido Benavente, que haría el papel de En-Nesyri esta película, en un escenario público, en un escenario que ha convertido al Sevilla en una sociedad mucho más cercana a lo que hace no mucho hacía tanta gracia en el lado blanquirrojo de la ciudad, que en una para presumir. Ahora crea estupor, que es bastante diferente.
En este Sevilla que hace no demasiado besaba la plata se ha normalizado (casi) todo: los fichajes no refuerzan -y así lo recuerda Del Nido padre-, trabajadores cobrando su salario al completo -como Rafa Mir- que ni están, ni se le esperan, jugadores que viven acomodados en la enfermería, y ahora, parece, también las discusiones, en el césped o en el despacho. El fuego que intentó apagar Sergio Ramos con esas declaraciones no es más que un foco más de un incendio incontrolable.
Este Sevilla parece condenado a explotar antes o después (y sí, Del Nido Benavente -que no es, como él reconoce, el mago Berlín- también es culpable) y mientras proyecta en su mente un nuevo Sánchez-Pizjuán, una nueva y prometedora plantilla o un proyecto que devuelva el himno de la Champions a la ciudad, debe pensar si en LALIGA Hypermotion sería capaz de llenar el actual, si los que están son capaces de salvarse o si el himno de la Conference se ha convertido en un sueño a corto-medio plazo.
Mientras se presume de sevillismo, de energía y fuerzas, el club se sigue resquebrajando, sigue avergonzando a sus propios aficionados -que, recuerden, son lo único innegociable en la entidad- y sigue, como de costumbre, sin ser lo regular que debería en el césped, que es lo que realmente marca a esta sociedad tan "grande". Pero bueno, no pasa nada, total: "¿Quién no se ha peleado alguna vez con su padre o su hermano?"