El Sevilla FC ha comenzado el año 2025 en el Ramón Sánchez-Pizjuán con un pobre empate ante el Valencia CF, en un partido que estuvo a punto de acabar con derrota -y en incendio- de no mediar un grave error de Mamardashvili en el gol que anotó Adriá Pedrosa en el descuento.
El partido se encuadraba en un ambiente enrarecido -uno más- después de la enésima junta general de accionistas celebrada este viernes, en la que se aprobaron unas cuentas catastróficas y se renovó un consejo de administración presidido por José María del Nido Carrasco que no cuenta, ni mucho menos, con el apoyo popular de la afición sevillista. Cosas de las sociedades anónimas deportivas.
Fueron constantes las referencias al consejo de administración durante el partido, solicitando su salida con palabras más o menos gruesas, especialmente unánime en el descanso después de una de las peores primeras partes que se han visto en los últimos años en Nervión. Y eso que ha habido para tirarse de los pelos.
Tras el pitido final, y pese al alegrón del gol de Pedrosa que alejaba el fantasma de la derrota y la consecuencia de haberse metido en un lío clasificatorio, la hinchada estalló. La que quedaba en el campo, ya que muchos lo habían abandonado antes del minuto 90, perdiéndose el tanto del empate.
Cuando Hernández Maeso decretó el final del partido, nueva bronca y los jugadores del Sevilla se acercaron a Gol Norte para recibir la reprimenda de la afición. Durante unos largos segundos, los jugadores ‘dieron la cara’ frente a la zona que puebla el grupo Biris Norte. La disposición de los futbolistas en esos momentos tiene su análisis interesante, ya que en primera línea estaban Dodi Lukebakio, Isaac Romero, Loïc Badé y Nemanja Gudelj, cuatro de los pocos jugadores con cierto predicamento entre la afición. "Sevilla somos nosotros", o "Sevilla échale huevos" fueron los cánticos en ese momento. Después, el equipo pasó por toda la grada aceptando la crítica de los aficionados.
El Sevilla camina hacia la mediocridad futbolística y societaria, y el sevillismo está harto de estar harto después de haber vivido tantas cosas buenas, y cada día lo expresa de forma más contundente.