Lejos quedan ya, por desgracia, los años dorados del Sporting de Gijón. Aquel Real Sporting que se metía en Europa, que peleaba ligas o que disputaba finales de la Copa del Rey como las de 1981 y 1982. Una etapa histórica y que muchos aficionados rojiblancos recuerdan con nostalgia y emoción.
Este 2021 se cumple el 40 aniversario de la primera final copera que disputó el Real Sporting. Santiago Batalla, aficionado sportinguista y una de las primeras personas que llevó banderas rojiblancas a El Molinón, como él mismo asegura orgulloso, recuerda que aquello fue todo un acontecimiento para la ciudad de Gijón. "Se vivió con mucho entusiasmo y muchísima ilusión, porque ya nos habíamos quedado cerca de conseguirlo otras veces", afirma.
Sin ir más lejos, la temporada anterior, en la que cayeron en semifinales ante el Castilla de la 'Quinta del Buitre'. "En la ida en El Molinón les metimos un repaso, pero solo ganamos 2-0. En el partido de vuelta, que lo jugaron en el Bernabéu, me fui al cine para calmar los nervios. Al salir le pregunté al portero cómo había quedado el Sporting y me dijo que habíamos perdido 4-0", rememora Batalla.
Tantas ganas tenían de poder ir a una final que, cuando finalmente lo lograron, sus amigos y él se atrevieron a hacer una pequeña gran locura para poder acudir a aquella final: una caravana de seis o siete coches que viajaría desde Gijón a Madrid.
"Salimos de la Plaza del Parchís, en un ambiente muy festivo y llegamos a Madrid, a La Moncloa, descamisados. Tan solo paramos una vez para tomar algo y, por suerte, ninguno de los coches pinchó ni tuvo problemas en todo el trayecto", asegura Batalla.
Aunque lo más memorable del trayecto, según Santiago, fue cuando tuvieron que atravesar la calle principal de Oviedo, la calle Uría: "cuando pasamos por allí empezamos a pitar y a sacar las banderas por la ventana. ¡Menos mal que en aquella época no había tanto ultra en el fútbol! Al día siguiente la prensa local escribió un artículo llamándonos provocadores.", recuerda entre risas. Aunque admite que fue un "acto de chulería", Batalla justifica que era necesario pasar por ahí para poder ir a Mieres y coger la autopista que les llevaba a Madrid.
Ya en la capital, Santiago Batalla y sus amigos se sumaron a los miles de sportinguistas que, como ellos, habían viajado para apoyar a su equipo en el partido más importante de su historia.
"Pasamos la noche de juerga, cantando... ¡Armamos la de Dios! Fue una gran juerga de mucha unión y alegría de todos los que fuimos. En la víspera, todos éramos del Sporting, pero el día de la final aquello se llenó de catalanes", rememora Batalla. "Cantaban mucho mejor que nosotros, y más acompasados. ¡Estaban más acostumbrados!", añade.
De aquel partido que se disputó un jueves 18 de junio, día de Corpus Christi, Batalla recuerda que la desilusión que le produjo ver que el Vicente Calderón no estaba lleno. El partido estuvo muy igualado y el Barcelona se adelantó poco antes del descanso. ¿El goleador? Enrique Castro, Quini. Maceda puso el empate poco después de arrancar la segunda mitad, pero nuevamente Quini y Esteban Vigo pusieron el 1-3 definitivo en el marcador.
"Aquello me mató", admite Batalla. "Que el gran ídolo del Sporting te meta dos goles en la primera final de Copa que jugamos... Fuimos con mucha ilusión y, al palmar, se tornó en desilusión y mal sabor de boca", añade.
La temporada siguiente el Real Sporting pudo redimirse porque llegó a otra final de Copa, esta vez contra el Real Madrid, un partido en el que se estrenó el José Zorrilla de Valladolid. Una final extraña y atípica porque se jugó en martes y en medio de la célebre huelga de futbolistas, por lo que el Madrid mandó a su filial y a juveniles, mientras que el Sporting, que peleaba por no descender, jugó con todos los titulares. Pero eso, es otra historia.