Uno de los aspectos que más morbo despertaba del duelo entre el Valencia CF y el Celta de Vigo era el reencuentro entre Fabián Orellana y Eduardo Berizzo. Después de que el futbolista chileno abandonara Balaídos durante el mercado de invierno a causa de su mala relación con el entrenador, ambos volvían a verse las caras sobre el césped de Mestalla. Orellana tenía la oportunidad de lucirse ante Berizzo. Sin embargo, el chileno firmó uno de los partidos más grises de su estancia en el Valencia CF.
Ya lo avisó Voro en la previa. Enfrentarse a un rival al que le tienes muchas ganas es un arma de doble filo y puede volverse en tu contra. "Un futbolista siempre está más motivado cuando juega contra un exequipo, pero eso tampoco te garantiza mucho. Sí puede ser un partido especial para él, pero esto a veces te perjudica", explicó el entrenador valencianista y dio en el clave. Para Fabián Orellana esa motivación extra no fue un aliciente, sino un lastre y no le dejó brillar como en sus primeros partidos en Mestalla.
Fabián Orellana estuvo voluntarioso. Se le vio con ganas de agradar y reencontrarse con su mejor versión ante un rival al que le tiene ganas por lo sucedido durante el pasado mercado de invierno. Si el futbolista chileno está en el Valencia CF es precisamente por su mala relación con Eduardo Berizzo, con quien se reencontraba este jueves sobre el césped de Mestalla. Sin embargo, no pudo brillar. La motivación le jugó una mala pasada.
A Orellana se le vio espeso y poco acertado con el balón en los pies. Intentó conectarse al partido constantemente y se ofrecía a sus compañeros para participar en la construcción de las jugadas, pero no parecía sintonizar con ellos. Tampoco tuvo mejor fortuna en las acciones individuales. Trabajó y corrió, se esforzó, pero no desequilibró. Le faltó la inspiración para marcar las diferencias, tal y como hizo en sus primeros partidos como valencianista.
Para colmo, se vio lastrado por una cartulina amarilla que vio a los 21 minutos y le impidió ejercer la presión con la intensidad que le suele caracterizar. A los 86 minutos fue sustituido por Medrán. Se marchó con una sonrisa por la victoria colectiva, pero con regusto amargo por no haber podido lucirse en el aspecto individual. Fabián Orellana tuvo su día más gris en el peor momento posible, justo cuando más le hubiera gustado lucirse, ante el Celta y, sobre todo, ante Eduardo Berizzo.