El Valencia-Sevilla FC (1-1) era una prueba de fuego para el equipo y también para Albert Celades. Solucionó en parte los problemas del conjunto valencianista. Mejoró en defensa, pero no en ataque. No ganó, pero evitó males mayores gracias a un gol de Rubén Sobrino en el tramo final del partido.
El técnico catalán debía definirse después de dos resultados negativos y recurrió al 4-4-2, el dibujo que mejor rendimiento le había dado hasta la fecha. Kangin Lee hizo de Rodrigo, de segundo delantero pero con mucha libertad para moverse por la mediapunta. Mientras que Ferran Soler y Carlos Soler buscaban hacer daño por las bandas.
Así, el Valencia CF saltó al césped con un once formado por Cillessen (30); Wass (30), Garay (33), Gabriel (28), Gayà (24); Soler (22) ,Coquelin (28), Parejo (30), Ferran (19); Kangin (18) y Maxi (23). Un once muy joven con media de edad de 25,9 años.
El primer objetivo era cortar la hemorragia defensiva, después de haber recibido más de 60 remates en los partidos contra el Lille y el Osasuna. El equipo adelantó líneas y defendió más arriba que en Francia y Pamplona. Funcionó. Estuvo más seguro y concedió muy poco al Sevilla. El peaje se pagó en ataque, donde tampoco se generó mucho. El juego fue plano y sólo se encendía la luz cuando aparecían Ferran Torres o Kangin Lee.
Sin embargo, con el paso de los minutos el Sevilla FC se fue sintiendo más cómodo y empezó a cerrar sus fisuras en defensa. Así, las apariciones del Valencia CF en ataque fueron cada vez más aisladas. La negatividad se fue apoderando de Mestalla y, para colmo, los hispalenses remataron la primera mitad subiendo el 0-1 al marcador en una desafortunada jugada de Cillessen.
En la segunda mitad, Albert Celades quiso que su equipo tuviera más pegada. Retiró a Carlos Soler y dio entrada a Manu Vallejo. Poco después, quitó a Kangin Lee para apostar por Rubén Sobrino. Así, el Valencia CF tenía dos referencias claras con Sobrino y Maxi, y dos bandas verticales como Ferran, por la derecha, y Vallejo, en la izquierda.
Una apuesta ofensiva, pero que apenas tuvo efecto. Los de Celades estaban desquiciados, con más adrenalina que claridad de ideas y con serios problemas para llevar el balón a posiciones peligrosas.
La derrota parecía inevitable hasta que, faltando diez minutos para el final, Rubén Sobrino apareció para cabecear una falta botada por Dani Parejo.