Con el dulcísimo regusto por el triunfo en Sevilla, y la resaca emocional de ver cómo Baraja lleva camino de orquestar otra proeza con sus chavales, sigo teniendo en mi interior un punto de angustia, de ansiedad que no me gusta. De preocupación.
Hace muchos años ya, no sé cuántos, (ponga usted la fecha entre uno y 104 que son los que tiene el Valencia CF de vida), esta maravillosa afición y este club se ganaron el derecho a no tener miedo, a ser respetados, a poner en alerta a todos sus rivales allá donde van. Este club ha tenido presidentes buenos, malos, regulares, mejores y peores; ha tenido siempre un fiel aliado, su afición, pero también enemigos poderosos. Sin embargo, lo que vivimos ahora es difícil que tenga un precedente en la historia de ningún club. El enemigo está en casa, o mejor dicho, está en Singapur, y eso que la casa, accionarialmente hablando, es mayoritariamente suya. Es absolutamente incomprensible para un servidor que quien más piedras tire sobre el tejado del Valencia sea Peter Lim, que viendo como su equipo se deja la piel no permita que lleguen más fichajes. No lo entiendo y eso me genera frustración, antes y después del triunfo del viernes.
Tras la victoria de Sevilla, el valencianismo respiró tranquilo, es verdad. Pero nadie me puede negar que en los días previos, había un desánimo y un tufo a derrota gorda en el Sánchez Pizjuán, que invadía todas las esferas de la ciudad. Había miedo. Yo, el primero, que estaba asustado ante un posible revolcón. Entono el mea culpa. Fue un problema de ceguera, de empatía con Baraja, su cuerpo técnico y el vestuario o de memoria si lo prefieren. Por un momento olvidé lo grande que es este escudo, el peso que tiene, las fuerzas que proporciona a aquellos que lo lucen en su pecho, o lo sienten dentro de su alma como el técnico vallisoletano y sus jóvenes gladiadores.
Celebré la victoria, imagino que como miles de Valencianistas más, pero reconozco que lo hice con el freno de mano echado. Qué vida esta. Nos han quitado hasta el placer de levantarnos al día siguiente orgullosos por ganar a un gran equipo sin que, además, nos acompañe el temor de que es algo pasajero, de que mañana pueden vender a cualquier otro jugador y de que Peter Lim ha bloqueado las llegadas hasta que no haya más ventas. En serio, no lo entiendo y duele.
No es un análisis propio, los directivos de aquí, los que sufren y sienten el Valencia, se lo hicieron saber por escrito al magnate. Si no ficha, el equipo se irá al pozo. Se lo dijeron antes del partido, pero la carta sigue teniendo la misma validez.
Reflexionaba Baraja el viernes, y se mostraba convencido de que Peter Lim también ver la necesidad de hacer refuerzos. Sinceramente, no lo sé, quiero pensar que sí. Si lo tuviera adelante, me encantaría decirle a la cara lo mismo que le dijo Baraja, que hacen falta refuerzos, pero, además le añadiría una coletilla: ser el dueño de las acciones, no le da derecho a hacer pasar mala vida a una afición que es la verdadera heredera del sentimiento valencianista. Y sí, tiene obligaciones claro: preservar el patrimonio de una entidad que lleva más de cien años siendo un referente en el mundo del fútbol mundial.
Yo no quiero quitarle dinero a Peter Lim, que se enriquezca y lo disfrute, pero que para ello no destroce por inanición un club que se sostiene hoy en día gracias al orgullo de un vestuario joven y sano y de una hinchada que ha entendido que ahora más que nunca es el jugador número 12 porque está sola. Siempre será muy difícil tumbar a que nunca se rinde, pero para jugar al fútbol se necesitan futbolistas y ese vestuario está despoblado. Ser el máximo accionista le otorga derechos a Peter Lim, pero privar a los valencianistas de su felicidad, de la ilusión no está entre ellos.
Ser el máximo accionista le otorga derechos, pero privar a los valencianistas de su felicidad no está entre ellos.
Por eso, igual que todos estábamos convencidos que Sevilla el Valencia iba a sufrir (y sufrió pero ganó haciendo un partidazo), no conozco a ningún aficionado que no se alegre por el triunfo y que no desee que algún día Peter Lim deje de gestionar el club. Estoy seguro que, hasta que ese momento llegue, hasta el último del los seguidores se dejarán el aliento para mantener vivo el legado de sus padres, un sentimiento llamado Valencia, que genera un sentido de pertenencia como nunca he visto igual. Y estoy convencido que lo harán a pesar del sufrimiento diario. Fichen por favor, al menos la espera se nos hará más llevadera y las opciones de sonreír serán mayores porque ¿a fin de cuentas la vida no va de eso, de ser felices? Lo dicho. Feliz semana.
David Torres
Delegado de ElDesmarque en Valencia
Los directivos de aqui???? A que directivos te refieres??? si son todos unos pelotas que lo unico que hacen es cobrar sus nominas. Si realmente quisieran a "su" Valencia habrian dimitido, al menos los de aqui, porque los de alla, pues ya se sabe a las ordenes de su amo.