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Contrastes

DMQ
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Ion Urrestarazu
Los jugadores de la Real felicitan a Oyarzabal por su gol (Foto: Kiko Hurtado)
Los jugadores de la Real felicitan a Oyarzabal por su gol (Foto: Kiko Hurtado)

La vida es un contraste detrás de otro. Contrastes continuos. Lo mismo estás contento que triste, lo mismo estabas celebrando algo y una llamada de teléfono te amarga el día. Y en el fútbol igual, más de lo mismo. Y con la Real pues si cabe todavía más. No somos precisamente una afición que se destaque por pasar de un extremo a otro aunque a veces la situación sea propicia para ello.

El domingo pasado celebramos en Sevilla un gran día de convivencia en clave txuri-urdin, comiendo, bebiendo, compartiendo anécdotas, cantando, animando. Como no podía ser de otra manera, contraste al canto. Bochorno y manita que nos llevamos. No nos lo merecíamos los que estábamos allí sin saber qué cara poner. La de tonto ya la teníamos, la cuestión era saber cómo cambiarla. A mi me costó unas doce horas aunque hubo un pequeño paréntesis de unos segundos de duración, lo que tardé en ver, dar una palmadita en el la espalda y saludar a nuestro capitán Xabi Prieto en los aledaños del Ramón Sánchez Pizjuán al acabar el partido. En esos segundos mi cara pintó una gran sonrisa y me volví a sentir orgulloso de la camiseta que llevaba puesta desde primera hora de la mañana. Contraste también.

Fue también notoria la sensación de lo que le estaba doliendo esa derrota a Mikel Oyarzabal con respecto a Theo, por ejemplo. Fueron muchas acciones las que los dos tuvieron a escasos metros de mí, que hundido en mi asiento podía verles el gesto de la cara. El canterano no paraba de un lado a otro con la mirada enrabietada como queriendo revertir la situación. El heredero de Roberto Carlos ni sufría ni padecía. O eso parecía. Si fuera un juicio y tuviera que declarar como testigo, y dado que los testigos no pueden mentir, juraría que ni sufría ni padecía. Contraste de los gordos.

Hoy veremos a ver. Nada tiene que ver el partido del domingo pasado con el de hoy ante el Levante y sin embargo todo parece indicar que muchos de los que protagonizaron el esperpento de Sevilla repetirán en el once. Si seguimos con la palabra del día, contraste, no me cuadra nada el rendimiento de algunos con la exigencia de Imanol. Si su comparecencia no depende del rendimiento y sí de otras directrices extradeportivas, tampoco me encaja esa sumisión de Imanol ante tales indicaciones o sugerencias. Quizás esté más que equivocado y esté pecando de una ingenuidad ingente. Puede ser.

Como decía al principio, la vida es un carrusel de contrastes aunque en algunos momentos se pueda influir en la realidad para evitarlos o al menos minimizarlos. Me da la sensación que estamos sufriendo demasiado, más de la cuenta, sin necesidad y por pasividad y falta de acción. Queremos, añoramos, necesitamos normalidad, estabilidad. En el juego y en las formas. Sobran contrastes innecesarios, evitables. Nunca es tarde, aquí seguiremos como desde hace casi ciento diez años.

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