La mejor victoria de todas

Me refería el miércoles en víspera de la visita del Alavés a la sensación tan agradable que era ver a la Real Sociedad ganando y deleitando con un juego brillante y superior. Decía también que en esto del fútbol las matemáticas fallan y que uno más uno no son dos. Y volvió a ocurrir. La Real saltó al nuevo Anoeta con un hambre y una intensidad que hacía tiempo no se le recordaba y pasó lo que tenía que pasar: superioridad absoluta de principio a fin, goles, y el convencimiento de que el crecimiento sigue siendo exponencial.

En la vida no hay que ser arrogante ni fanfarrón ni hablar más de la cuenta. Tampoco hay que pecar de humildad cuando las cosas son como son. El estado de forma y juego por el que pasa el grupo de Imanol invita a la esperanza y a la ilusión. No ha pasado desapercibido más allá del ámbito local y la Real, sus jugadas y sus goles de bella factura son motivo de reseña en el plantel de medios nacionales e incluso más allá de los límites de la Liga. Sólo queda no bajar la guardia, no despistarse ni un segundo y seguir trabajando más si cabe. Siempre se dice que con las derrotas se aprende, pero si puedes aprender y mejorar a base de victorias, no creo que haya mejor gasolina que ver que tu rendimiento mejora cada partido, que desencadena en victorias, y que éstas influyen directamente en tu próximo reto. El éxito y el trabajo se retroalimentan.

Nada mejor que un partido fuera de casa y ante un rival de gran nivel para seguir midiendo la temperatura del equipo y su crecimiento. No es un rival ni un campo cualquiera, es el Sevilla Fútbol Club y el Ramón Sánchez-Pizjuán. Un estadio que emana fútbol por sus vetustos cimientos y que con su remodelación estética reciente acapara una imagen más moderna y europea, propia de un club campeón, reconocido y respetado del viejo continente. En
definitiva, un partido muy bonito para ver, para presenciarlo en directo y no digamos para ganarlo.

“Es por eso que hoy vengo a verte, txuri urdin seré hasta la muerte” cantaremos hoy una vez más los realistas que acompañaremos a la Real. Animaremos antes, durante y después de los 90 y pico minutos que dure el encuentro. Recordaremos y aplaudiremos a Antonio Puerta, también a José Antonio Reyes, y sentiremos en nuestras carnes la presión de un estadio que reclama cada decisión arbitral y de una afición que apoya y anima a su equipo con el fondo de sus almas y sus gargantas. La Real nunca camina sola y menos en Sevilla. A veces más, a veces
menos, los jugadores realistas siempre encuentran camisetas blanquiazules en la grada a las que aferrarse y por las que pegarse ese último sprint, ese último esfuerzo. La Real de los ochenta sembró muchas semillas que dieron su fruto y hoy en día en Andalucía el sentimiento realista está más que representado. Hoy se juega un partido de fútbol, pero quién sabe si no se trata sólo de eso. Quizás hoy otras nuevas simientes den lugar a más camisetas blanquiazules dentro de unos años. Ésa sería sin duda la mejor de las victorias.