Cuando sentir como un niño es lo mejor que te puede pasar

No sé si a vosotros os pasará lo mismo que a mí, pero desde hace mucho tiempo noto que por muchos años que vayan pasando me siento el mismo niño, el mismo adolescente que fui en su día. Al margen de las responsabilidades y de todo lo que rodea mi día a día, por dentro, mi forma de pensar, de reírme de las cosas, de cómo vivir algunas situaciones, permanece inalterable, y mi espíritu de niño sigue reinando en un gran porcentaje de mis ser.

Como decía, no sé si en general os pasará igual que a mí, pero si os digo que una de esas cosas que me hace seguir viviendo la vida con ese espíritu y esa ilusión de niño es la Real Sociedad, seguramente coincidamos. La noche del jueves fue especial, casi mágica diría yo. Antes, durante y después del partido todos y cada uno de los realzales pasamos por diferentes estados de ánimo. Pasamos de la ilusión a la rabia, de la esperanza a la angustia, y de la pena al éxtasis total. Si pudiéramos ver un mapamundi como el que suelen mostrar en los telediarios con el tráfico aéreo de todo el mundo, y si cada lucecita encendida fuera un mensaje de anoche entre realistas en lugar de aviones, el mosaico de luces y color de sería una auténtica obra de arte. El espectro quedaría totalmente cubierto de sensaciones y fuertes emociones.

Momentos como los de ayer nos hace sacar el niño que llevamos dentro, sea la edad que sea. Mi aita siempre me recuerda cómo rompieron llorar como niños con el gol de Zamora en Gijón. Años después lloré yo en Vigo aunque en este caso sin consuelo posible. Otras muchas veces hemos visto a aitonas y amonas gritar y celebrar goles de la Real como si apenas tuvieran un puñado de años. Quien golpea con toda su alma la tapa de esa caja metálica en el vestuario del Wanda no es un tal Imanol Alguacil, sino un niño de Orio forofo a muerte de la Real. Quien se parte la cara cada partido en la zaga del equipo no es un tal Elustondo, sino un niño llamado Aritz que anima sin parar a su equipo en la grada visitante de Riazor. Quien ha sido, y es, un one club man e histórico capitán y “lanzapenaltis” no es un tal Xabier Prieto Argarate, sino un jovencito recogepelotas de Anoeta que vibraba con los goles del equipo de su vida bajo el aguacero y la galerna de turno. Los malnacidos que asesinaron a Aitor Zabaleta acabaron con la vida de un adulto pero no pudieron ni podrán con el espíritu de ese niño que creció y vivió desde txiki en el seno de una familia tan txuriurdin como ese sombrero suyo que tanto nos remueve las entrañas.

Como niños que somos cuando la Real está por medio, las hormonas se nos vuelven locas y somos capaces casi de cualquier cosa por un gol de la Real. Sigamos siendo niños, sigamos creyendo en la Real, no nos permitamos el lujo de dejar pasar esta oportunidad de vivir a tope cada momento. Ahora más que nunca vemos que la vida es algo más que mantener las constantes vitales, gocemos como niños y apenémonos también como niños. Ángel, Ion, Imanol, Aritz, Xabi Aitor, y el resto de niños del planeta txuriurdin, es nuestro momento, demos rienda suelta a nuestro espíritu vital, porque no hay nada más poderoso que desear algo con la fuerza de un niño. El fútbol es un juego de la vida, y la vida un juego de niños. Se nos están dando bien, sigamos jugando, sigamos ganando. Sigamos siendo niños y seremos eternos.