Tras doce años en los que la II Guerra Mundial fue triste protagonista del escenario internacional impidiendo que se celebraran los Juegos Olímpicos, en 1948 se volvió a vivir un evento de esta magnitud.
Atrás quedó la propaganda política y prebelicista de la edición de 1936 celebrada en Berlín y Londres fue de nuevo escogida para ser la sede. La capital inglesa ya había sido designada en el año 1939 para ser la organizadora de la edición de 1944, pero la guerra no hizo posible la celebración de los juegos y Londres tuvo que esperar hasta 1948 para poder ser por segunda vez en su historia sede olímpica.
Tras los bombardeos que recibió la ciudad de Londres por parte de la aviación alemana y la pobreza palpable en la sociedad londinense de la posguerra, quedaba claro a todas luces que, de celebrarse los Juegos en Inglaterra, aquella edición tendría que ver cómo sus presupuestos eran ampliamente recortados.
Incluso se llegó a debatir la posibilidad de trasladar los Juegos a alguna ciudad de Estados Unidos con capacidad suficiente para hacerse cargo de la organización del evento, pero finalmente el monarca británico Jorge VI de Windsor logró que Londres fuera la ciudad organizadora, algo que no sentó del todo bien a varios sectores de la población británica que veían cómo los gobernantes de su país se preocupaban más por poder presumir de organizar unos juegos mientras ellos pasaban muchas miserias tras haber soportado como las bombas destrozaban sus casas pocos años antes.
Claro quedó desde el momento de la designación que aquellos Juegos serían lo más austeros posibles puesto que Londres se encontraba inmersa en el proceso de reconstrucción. Por ello ninguna infraestructura nueva fue construida y se aprovecharon del estadio de Wembley para usarlo como estadio olímpico así como de las instalaciones ya existentes en la ciudad para organizar el evento.
Tampoco se llevo a cabo la construcción de una nueva villa olímpica y los 3.714 hombres participantes utilizaron para el mismo fin los barracones que habían usado los militares durante el conflicto bélico mientras que las 390 mujeres participantes descansaban en colegios mayores. El río Támesis fue el escenario de las pruebas de remo y piragüismo.
Todos los atletas recibieron cartillas de racionamiento especiales, las mismas que mineros y estibadores, para consumir 5.400 calorías diarias en vez de las 2.600 del resto de la población. Así mismo varios países como Argentina, Dinamarca o Estados Unidos tuvieron a bien colaborar económicamente o mandando alimentos con el comité organizador. Fueron también los primeros juegos en los que se contó con la participación de trabajadores voluntarios y el gasto no superó las 730.000 libras esterlinas, cantidad que quedó cubierta con los ingresos generados por cada una de las pruebas.Alemania y Japón fueron vetadas en esta edición. La Unión Soviética sí fue invitada pero no volvió a los Juegos hasta la edición de Helsinki en 1952.
Además, las consecuencias de la guerra relacionadas con esta edición de los Juegos no fueron solamente económicas. Alemania y Japón no fueron invitadas para participar mientras que la URSS sí que lo fue pero decidió no acudir a la cita. Pese a estas importantes ausencias, se batió el récord de naciones participantes en esta edición (59).
Además esta fue la primera ocasión en la que el evento fue televisado. La cadena BBC pagó por aquel entonces unas 1.000 guineas por obtener los derechos de emisión. A pesar de ello, pocas eran por aquel entonces las viviendas que disponían de aparato receptor.
De nuevo la delegación estadounidense fue la que más medallas consiguió (84) casi doblando la cantidad conseguida por Suecia (44), segunda clasificada.
Los doce años que transcurrieron entre los juegos de Berlín y los de Londres supusieron que muchos deportistas no llegaran a la cita británica en plenitud de condiciones e incluso algunos fallecieron durante la guerra. Solo hubo dos deportistas que repitieron medalla de oro respecto a Berlín 1936: el checoslovaco Jan Brzák-Felix en piraguismo y la húngara Ilona Elek en esgrima.
Curioso fue el caso de Karoly Takacs, un tirador húngaro que en 1938 vio como una granada le explotaba en su mano derecha. Esta circunstancia no impidió que diez años más tarde consiguiera hacerse con la medalla de oro en pistola rápida de 25 metros usando solamente su mano izquierda.
También llamativo resulta el caso de Bob Matthias, un joven estadounidense de 17 años que consiguió la medalla de oro en decatlón convirtiéndose en el más joven de todos los tiempos en colgarse una presea de este tipo.
Estos juegos también supusieron un antes y un después para los futbolistas suecos Gunnar Gren, Gunnar Nordahl y Nils Liedholm. La delantera ‘Gre-No-Li’ asombró a todos favoreciéndose de las reglas del amateurismo para este deporte que imperaban en esta competición y dieron el salto al profesionalismo firmando poco después por el Milan italiano. Este torneo también supuso un salto en su carrera a personajes ilustres de este deporte como Ernst Happel o Rajko Mitic (que da actualmente nombre al estadio del Partizán de Belgrado, conocido también como Marakana).
Los gimnastas finlandeses consiguieron la misma máxima puntuación en caballo con arcos y se llevaron el oro, dejando sin plata ni bronce al resto.
También sobresalió sobre el resto en su disciplina el finlandés Veiko Huhtanen, deportista que consiguió más medallas durante el evento (5: 3 de oro, 1 de plata y 1 de bronce) en gimnasia aprovechando que los soviéticos no acudían a la competición.
Sin dudas, la gran historia de estos juegos la protagonizó la neerlandesa Fanny Blankers-Koen. A sus 31 años, esta atleta, considerada la más importante del siglo XX, pronunció esta frase tras recibir una bicicleta por haber ganado cuatro medallas de oro durante los Juegos de Londres 1948.
Fanny Blankers-Koen ya participó en los Juegos Olímpicos de Berlín contando con 18 años sin conseguir medalla pero. doce años más tarde se convirtió en la reina del atletismo mundial haciéndose con cuatro oros en las nueve pruebas que se disputaron. Aunque ‘sólo’ ganó cuatro porque era el máximo de pruebas en las que se le permitía competir.
‘La holandesa voladora’ estuvo a punto de retirarse por la guerra y su maternidad, pero en 1946 volvió a entrenar para llegar a Londres en plena forma como después demostró.