Noviembre de 2012. Pekín. Copa del Mundo de piscina corta. Katinka Hosszu sale sonriente del agua. Acaba de ganar la final de los 100 estilos, su tercera medalla en poco más de una hora, la quinta en dos agotadoras jornadas en las que la magiar ha disputado hasta ocho finales.
Javier Villanueva
¿Cómo es posible nadar tantas pruebas?, ¿Es usted de hierro?, preguntan entre sorprendidos y admirados los periodistas. Las miradas de Hosszu y de su entrenador y marido, Shane Tusup, se iluminan. Forjada en hierro. Así es la nueva Katinka. Indestructible, infatigable. La "dama de hierro" ha nacido.
Un alter ego inimaginable apenas tres meses antes, cuando Hosszu sumida aún en la decepción por los malos resultados obtenidos en los Juegos Olímpicos de Londres, es incapaz de encontrar las fuerzas necesarias para retomar los entrenamientos.
Las dudas paralizan a Katinka Hosszu. Todo el esfuerzo, todo el trabajo realizado durante cuatro años no ha servido para nada. El sueño olímpico, la ansiada medalla ha vuelto a escaparse. Como en Atenas, como en Pekín. El vacío.
Hosszu, que lidera la final de los 400 estilos hasta el ecuador de la prueba, sucumbe ante el maremoto que provoca la irrupción de la joven china Shiwen Ye, que con una última posta estratosférica se cuelga el oro con récord del mundo -4:28.43-, incluido.
Incapaz de seguir la estela de Ye y de la estadounidense Elizabeth Beisel, la nadadora magiar se hunde por completo, sin fuerzas, ni tan siquiera, para defender una medalla de bronce ante el ataque de la china Xuanxu Li. La húngara se queda fuera del podio. Katinka Hosszu se condena a la dolorosa cuarta plaza.
Un varapalo del que Hosszu no se repuso. Días más tarde la magiar ni tan siquiera logró entrar en la final de los 200 mariposa, mientras que en la final de los 200 estilos no pudo pasar de la octava y última plaza.
Katinka Hosszu ha tocado fondo. Una profunda sima de la que logró rescatar a la magiar su entrenador y marido. Shane Tussup tiene un plan. Nadar, nadar y nadar. Ninguna competición es desdeñable, ninguna victoria es menor.
Piscina corta, piscina larga, Mundiales, Europeos, Copa del Mundo, circuito profesional americano, nada ha quedado fuera del alcance de la magiar.
Una voracidad insaciable, que ha roto todos los mitos sobre la preparación. Hosszu ha vencido en todas las épocas del año, ha rebajado sus marcas en enero y en diciembre. Un pico de forma constate, sin altibajos, cualquier momento y escenario es el ideal para mostrar lo mejor.
Filosofía que Hosszu ha convertido en su auténtica imagen de marca. Un extenuante programa de competición que ha forjado la leyenda de la "dama de hierro". Una maquina de ganar, una empresa en expansión, tanto dentro como fuera de la piscina, que no deja de arrojar dividendos.
Tal y como atestigua el hecho de que la magiar, elegida mejor nadadora de los años 2014 y 2015 por la Federación Internacional, se convirtiera en 2014 en el primer nadador en superar el millón de dólares en premios
Una cifra que sigue creciendo gracias a las más de cincuenta medallas que Katinka Hosszu acumula en grandes competiciones internacionales. Formidable palmarés, que hasta hoy, sin embargo, lucía incompleto, a falta de una medalla olímpica.
Vacío que la húngara logró, por fin, llenar este sábado tras colgarse el oro en la final de los 400 estilos de los Juegos de Río, con nuevo récord del Mundo incluido -4:26.36- un metal que reconcilia a Hosszu con los Juegos, la competición que le llevó a convertirse en la "dama de hierro".