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Mireia Belmonte, la nadadora que se atrevió a explorar sus límites

Mireia Belmonte podría haberse conformado con ser una más, una notable nadadora sin duda, labrarse un lucido palmarés, pero no, Mireia se atrevió a dar un paso más, a enfrentarse a sus miedos, a explorar sus límites, a soñar.

Javier Villanueva
"He aprendido a jugar con la zona de confort. Esa zona que, en cuanto te alejas, descubres que puedes conseguir cosas que nunca hubieras imaginado. Fuera de ella es cuando surgen las cosas mágicas", aseguró Belmonte.
Un cambio de mentalidad, un punto de inflexión propiciado por la irrupción en su vida en el años 2010 del técnico francés Fred Vergnoux, alguien que, como reconoce la propia Belmonte, es "mucho más" que un entrenador, es "un psicólogo, un familiar, un amigo". El hombre que enseñó a Mireia a soñar.
De la mano del preparador galo, Mireia Belmonte ha pasado de ser la talentosa nadadora, que con apenas 17 años se proclamó campeona de Europa de los 200 estilos en 2008 en Eindhoven, a la competidora voraz que este sábado se colgó el bronce en los 400 estilos en los Juegos Olímpicos de Río.
Un largo trayecto plagado de retos, de sacrificios, de una búsqueda constante de los límites del cuerpo y de la mente. Un camino cargado de duro trabajo. Una lucha diaria por romper con esa zona de confort, por obligarse a dar siempre un paso más.
"Fred -Vergnoux- saca lo mejor de mí en el agua. Me hace pensar en conseguir grandes retos y hace que me sorprenda a mí misma cada vez que me supero", reconoció Mireia Belmonte en las páginas del libro "A por más".
Desafíos que han llevado a Belmonte a ampliar su programa, a enfrentarse a nuevas distancias y a nuevas modalidades, como las aguas abiertas, siempre en busca de elementos que mejorar, detalles que pulir, centésimas que rebajar.
Una evolución física y técnica a la que se une una fortaleza mental que ha ido forjando a base de competir con las mejores. Mireia ha nadado más que nadie. Contra todas y en todas partes. No ha rehusado ningún combate. Piscina corta, larga, Copa del Mundo, Europeos, Mundiales. Siempre luchando por lo máximo hasta convertirse en una competidora implacable.
Exigencia que ha obligado a Mireia Belmonte a someterse a una preparación extenuante. Jornadas de entrenamiento inacabables. Trabajo en la piscina, en seco, concentraciones en altura, con inclusiones en las más variopintas especialidades como el esquí, la carrera de montaña o, incluso, sesiones de boxeo.
Todo bajo el más estricto control. Nada ha quedado a la improvisación. Desde ponerse las zapatillas cada vez que salía de la piscina a las horas de sueño o la alimentación. Todo ha estado medido, pautado. Ningún detalle es intrascendente.
"Descansar, comer y recuperar es un entrenamiento tan importante como el de la piscina o el gimnasia", insistió Belmonte. El "entrenamiento invisible", la distancia que separa estar o no el podio, la diferencia entre el color de las medallas.
Un trabajo que ha permitido a Mireia Belmonte sumar a las dos medallas de plata que se colgó hace cuatro años en los 200 mariposa y los 800 libre en los Juegos de Londres el bronce que logró hoy en los 400 estilos en el estadio acuático de Río.
El escenario donde Belmonte luchará por volver a subir al podio en alguna de las cinco pruebas -400 libre, 200 estilos, 200 mariposa, 4x200 y 800 libre- que todavía le quedan por disputar en la cita olímpica.
Para ello, Mireia Belmonte seguirá fiel al camino trazado. Cada día es un nuevo reto, cada prueba una oportunidad de ofrecer lo mejor. No caer atrapada en la complacencia del éxito, ni anclarse en la decepción de la derrota. Soñar, seguir soñando, buscar la magia, escapar de la zona de confort.

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