La judoca Rafaela Silva, primera deportista brasileña en lograr un oro en los Juegos de Rio 2016, espera ser una inspiración para que los niños, como le ocurrió a ella en la famosa favela la Ciudad de Dios, puedan salir de la calle y tener un futuro.Silva aseguró este miércoles que se sentía "muy feliz" por haber obtenido la victoria en casa y por haber dejado atrás todo aquel acoso que sufrió en las redes sociales en Londres 2012, cuando recibió gravísimos insultos.
Admitió que "es muy complicado vivir en una comunidad" como la que tuvo que vivir. "Era una niña, tenía cinco años y no podía jugar en la calle. A las tres o cuatro de la tarde había que estar en casa porque había tiros, veíamos a los bandidos saltando por las vallas y por las calles. No podíamos vivir como niños", relató en conferencia de prensa.
"Afortunadamente, ahora puedo agradecer a mis padres porque me sacaron de la calle y nos iniciaron en el proyecto social del judo. Algunos nos siguieron a mi hermana y a mí, otras quedaron embarazadas, otros entraron en el tráfico de drogas. Tal vez podría haber sido el futuro de mi hermana o el mío", continuó.
"El judo cambió mi vida totalmente. No tenía sueños, objetivos, solamente quería una bicicleta bonita, ser como los demás, y a través del judo pude salir adelante y ayudar a mi familia, que es lo más importante", indicó.
Insistió en lo mal que se sintió por las agresiones sufridas a través de las redes sociales, por las que incluso pensó "en abandonar, muy herida", pero que también recibió muchos apoyos y decidió no darse por vencida.
Por este motivo, lamentó que se hayan podido reproducir hechos parecidos con compañeros suyos e incluso se mostró contraria a las críticas que, por ejemplo, está recibiendo la selección de fútbol y su gran figura, el barcelonista Neymar.
"Es un equipo, la gente tiene que apoyar y tratar de entender lo que vivimos, todo lo que hacemos, que lo dejamos todo", declaró Silva, quien no sabe lo que va a significar para el pueblo brasileño la celebración de estos Juegos Olímicos, pero confía en que sí que tenga una repercusión positiva.
Respecto a lo 'caliente' y dura que es la hinchada brasileña cuando juega un equipo suyo o hay un participante del país, afirmó: "Me encanta competir en Brasil. Conseguí el título Mundial en el Maracazinho y ahora este oro Olímpico. La hinchada me ayudó mucho, incluso cuando estaba perdiendo".
Ensalzó, por lo tanto, al público brasileño, aunque señaló que no hay que molestar a los deportistas porque le han dedicado toda la vida para estar en una cita como esta.
"Pero no solo pasa en Brasil. Cuando compites en el extranjero todo el mundo hace ruido. Por ejemplo, en Japón gritan todo el tiempo. A mí no me molesta. Mi objetivo es competir. No me preocupo por esto", dijo.
Ahora espera, cuando deje la Villa Olímpica el día 13, volver a ver a sus tíos a Ciudad de Dios, donde siempre que va es recibida con mucho cariño por todo el mundo y espera que sea una inspiración "para que los niños empiecen en el deporte, vayan al colegio y se desarrollen como ciudadanos".