No es de extrañar que los padres transmitan a sus hijos una serie de valores y aficiones que, de una u otra manera, marcan sus vidas. Esta es una realidad que estos días se puede apreciar en los Juegos Olímpicos y, de manera muy especial, en el voleibol, una pasión que según parece corre por las venas.Rafael Salido
Cierto es que siempre han existido esas sagas familiares cuyo apellido se ha marcado a fuego en la historia de un deporte; los Maldini en el fútbol, los Nieto en el motociclismo, los Meneghin en el baloncesto, los Llorente en... bueno, en prácticamente todo lo que tuviera que ver con un balón.
Pero estos días, en Río de Janeiro, estamos viviendo uno de los casos más curiosos que se pueden recordar de esa pasión transmitida de padres a hijos.
En la competición de voleibol se da el caso de tres padres que, pese a que sus hijos ya no son precisamente unos niños, siguen empeñados en decirles qué es lo que tienen que hacer; sólo que lo hacen desde el banquillo.
Es el caso de los brasileños Bernardo y Bruno Rezende, los franceses Laurent y Kevin Tillie, y los canadienses Glenn y Nicholas Hoag.
"Yo nunca le presioné para que jugara al voleibol", se justifica Laurent Tillie, entrenador de la selección de Francia y padre de uno de los pilares del equipo galo, Kevin.
Según confiesa Laurent a Efe el suyo es un caso "curioso" ya que la de su hijo es la tercera generación de jugadores profesionales en la familia, una tradición que comenzó con el abuelo, Guy, quien también llegó a representar a su país en competiciones oficiales.
A sus 52 años y casado con Caroline Keulen, que representó en más de 400 ocasiones a la selección de voleibol holandesa, comenta con orgullo que es un "amor por el deporte en general" lo que se respira en su familia.
El hecho de que su hijo mayor, Kim, también esté compitiendo en Río 2016 con la selección de baloncesto no hace sino que corroborar esta afirmación. En cuanto al pequeño de la saga, Killian, también juega al 'basket' y ya forma parte de las categorías inferiores de Francia, señala orgulloso su padre.
"Yo prácticamente nací en una cancha de voleibol, así que para mí fue una cosa natural; siempre tenía un balón y estaba jugando, así que supongo que eso despertó mi amor por este deporte", dice Bruno Rezende, capitán de los vigentes campeones olímpicos e hijo de uno de los entrenadores más respetados del circuito, Bernardo.
El armador confiesa que, al principio, trabajar bajo la dirección de su padre "no fue fácil", ya que todo el mundo hablaba de esa situación; pero con el tiempo, dice, eso fue quedando atrás ya que ha "demostrado" que merece competir junto a los mejores jugadores de Brasil.
Resulta innegable que la figura de un padre en la banda puede resultar una presión extra para un joven jugador, pero no es menos cierto que muchos chicos desarrollan su amor por el deporte viendo jugar a sus progenitores.
"Empecé a jugar desde que era muy chico, viendo a mi padre, lo que me dio una ventaja sobre todos los demás, porque estaba viendo 'volley' de primer nivel, viendo a los mejores del mundo", reconoce Facundo Conte, actual estrella de la selección argentina e hijo de toda una leyenda de este deporte en su país, Hugo Conte.
Facundo opina que el haber tenido desde pequeño ese contacto tan cercano con el deporte que ama le ayudó a "crecer más deprisa" y aunque, al igual que Bruno, considera que la alargada sombra de su padre fue "un peso" al comienzo de su carrera profesional a día de hoy dice estar "orgulloso" de ser parte de esta nueva camada.
"Está muy bien porque hace que nuestros apellidos permanezcan y crea una cultura del voleibol", señala el jugador de 26 años cuyo padre formó parte del equipo que conquistó para Argentina su única medalla olímpica en esta modalidad, un bronce en los Juegos de Seúl 1988.
El voleibol en Brasil es, sin duda, uno de los deportes más populares, tal vez sólo por detrás del 'deporte rey', el fútbol. Sin embargo, en otros países su difusión no es tan grande y es quizás por eso que resulta especialmente positivo vivirlo de cerca para desarrollar la pasión necesaria para dedicarse en cuerpo y alma a ello.
"Creo que el voleibol empezaba en la familia; ahora que es más popular no creo que vaya a pasar tanto", señala Laurent.
Es ahí donde esa sombra alargada del progenitor se puede interpretar, en realidad, como un faro que apenas ilumina el camino de toda una nueva prole.
"Hay muchos jugadores de mi generación, contra los que jugué cuyos hijos se han dedicado también al voleibol", reconoce con una sonrisa en los labios Glenn Hoag, técnico de la selección de Canadá, quien añade que, en realidad, le parece "entrañable" enfrentarse hoy en día con los vástagos de sus "antiguos adversarios".
Para Facundo esta situación es "algo lindo" ya que muchos de los actuales jugadores se conocieron siendo niños debido a la relación existente entre sus padres y ahora, "veinte años después", se reencuentran en el circuito profesional.
"Yo soy parte de ello, al igual que muchos, y todos nos sentimos orgullosos", sentencia el argentino.