Nadar en un piscina olímpica aunque logres el peor tiempo de todas las participantes no debe ser un problema para Yusra Mardini. Más bien lo contrario. La nadadora siria se ha convertido en protagonista de los Juegos Olímpicos de Tokio por tener detrás una historia que pone los vellos de punta. Que fuera última en la serie más lenta de los 100 metros mariposa femeninos es un simple detalle.
Porque Mardini se ha ganado las portadas de muchos medios a pesar de que en su cuello no aparece colgada una medalla de oro, de plata o de bronce. Tiene una medalla aún más importante, la de la vida. La de su vida y la de la vida de 18 personas a las que salvó en un patera a la deriva en el mar Egeo. Huyendo de la guerra de su país hasta la costa de Lesbos, Yusra Mardini confirmó que su oro es mucho más que un oro olímpico.
En Río ya se dio a conocer al participar con el equipo de refugiados y ahora ha vuelto a hacer historia en la piscina olímpica de Tokio. Quizás la natación es su seña de vida, más allá del tiempo y del crono. "Aprendí a nadar antes que a andar", confirmó la nadadora siria. Y revela aquella historia en el agua fría y turbulenta del Egeo: "Habría sido vergonzoso si la gente en nuestro bote se hubiera ahogado".
Mardini sigue su lucha para que los refugiados sirios tengan una mejor vida por delante y también los que siguen allí. Pero mientras tanto ha puesto su granito de arena de la mejor forma que sabe: la natación como identidad para el mundo y como herramienta de ayuda para salvar vidas. No sólo la suya.