Ahmed Hafnaoui, 18 años, se ha convertido este domingo por la mañana en Tokio, madrugada española, en uno de esos protagonistas inesperados, sorprendentes, de los Juegos Olímpicos. El nadador tunecino ha dado la campanada en los 400 libres masculinos proclamándose campeón olímpico por delante de todos los favoritos, que llegaban con mejores tiempos que él.
"Simplemente metí la cabeza en el agua y ya está". No menos sorprendente por sencilla es su explicación de su proeza. "No me lo creo, es increíble". Y tan increíble, sobre todo para el resto de competidores, como el australiano Jack McLoughlin (3:43.52), plata, y del estadounidense Kieran Smith (3:43.94), bronce, y para el resto de la prensa mundial, que se quedó entre asombrada y muda cuando vio cómo el tunecino progresaba y no paraba en los 100 metros finales, en los que fue, fue, hasta que no dejó nadie por delante, todos por detrás.
La remontada fue tan espectacular que de hecho arrancó entre los últimos, con el segundo peor tiempo de reacción en la salida. Acabó con 50 metros estelares para tocar primero, celebrarlo de forma al principio algo incrédula y desatar luego su euforia, con una celebración que retumbó en el Acuatic Center de Tokio, donde la prensa de Estados Unidos y australiana aún se preguntaba qué había pasado.
El ídolo de Hafnaoui es la leyenda tunecina de la natación a distancia Ous Mellouli, que ganó los 1500 m en Beijing 2008 y el maratón de nado de 10 km en Londres 2012. Y Ahmed es hijo del exjugador de baloncesto nacional tunecino Mohamed Hafnaoui.
Es el segundo nadador olímpico tunecino de la historia, una potencia que precisamente no pelea de tú a tú con Estados Unidos o Australia. Hoy sí, hoy las ha batido.