No pudo España reeditar el único oro olímpico que tiene hasta ahora, el de Barcelona 92. En su tercera final olímpica, cayó, como en Sidney. Esta vez ante Brasil, en un partido igualado, con prórroga, que se fue en el tiempo extra por una endeblez defensiva que también provocó el primer gol. Quizás sea eso lo que le sigue faltando tanto a esta selección como a la absoluta, mayor contundencia atrás, para ser campeona. Con ella, a lo mejor oro.
Es verdad que los Juegos Olímpicos sean posiblemente la única competición en la que el subcampeón no es subcampeón, sino plata. Pero España se siente subcampeón, al menos ahora. Porque el torneo de Tokio 2020 era una apuesta no segura, pero sí firme de una España superior al resto de equipos, a casi todos. Una Brasil limitada pero briosa, con Daniel Alves al mando, le sacó las vergüenzas.
España es plata, y es motivo de alegría, quizás no ahora, pero sí con el tiempo. España compite al máximo nivel, sea como sea, lo demostró en la Eurocopa y en los Juegos, pero le falta algo de firmeza, contundencia, le falta ser más eficaz adelante, y sobre todo atrás.
España comenzó con buenas intenciones. Intentando mover la pelota por dentro para luego llegar a los extremos, quiso combinar, tocar, asumir el peso del partido. Pero esa voluntad la acompañó de eficiencia apenas unos 15 minutos, en los que el partido anduvo igualado aunque los de De la Fuente tuvieron su oportunidad en un balón que Oyarzabal prefirió dejar a rematar de cabeza. A partir de ahí fue Brasil quien poco a poco fue comiendo terreno, quien quiso combinar y sobre todo fue Brasil el equipo que le puso ritmo al partido. A través sobre todo de Antony, que en el extremo volvía loco a Cucurella, y a través de combinaciones rápidas que llevaban la pelota de costado a costado y provocaban superioridades para atacar el área española.
Ahí empezó a sufrir España, que no le pudo quitar la pelota a los sudamericanos y que se fiaba a la eficacia de su defensa, que no es lo más fuerte sin duda de la selección. Entre tanto merodeo, faltas... el VAR y el mal colegiado australiano Beath se inventaron un penalti de Unai Simón en un salto, pero la justicia divina actuaría porque Richalirson, pasado de revoluciones, mandó la pelota a las nubes.
Ese falló pareció espolear a España, que gozó de un par de posesiones largas, pero justo cuando el partido se iba al descanso, una larga jugada de Brasil, con mal despeje y recuperación incluida, provocó un balón al área que sacó todas las vergüenzas de España por falta de contundencia. Primero de Cucurella ante Daniel Alves, y luego de Zubimendi y Pau Torres ante Cunha, al que dejaron controlar en el área un balón aéreo como si fuera de nivea. Y claro, es brasileño, delantero, en el área, gol.
Luis de la Fuente movió el árbol al descanso. Bryan por Asensio y Soler por Merino. Mayor continuidad en ataque y mayor presencia en el mediocampo, que estaba perdido poco a poco España en la primera mitad. La verdad es que el inicio de la segunda mitad no fue nada esperanzador, porque Brasil pudo marcar el segundo, y solo un paradón de Simón al alimón con el larguero lo evitaron. Brasil intentaba explotar sus contras y su velocidad y de entrada pudieron hacerlo.
Pero España empezó a buscar y a encontrar más a su centro del campo. La movidlidad de Soler, también la de Bryan, generó espacios y que los españoles recibieran en posiciones más avanzadas con más comodidad y tiempo para pensar. Esa movilidad dio sus frutos en un golazo. Porque Bryan, cambiado de banda, metió en profundidad para Soler, que hizo de extremo y asistió a Oyarzabal para que este enganchara una volea espectacular en el segundo palo. Con media hora por delante España igualaba el encuentro.
Tuvo buenos minutos la selección olímpica, que dominó con cierta comodidad los minutos siguientes del encuentro, aunque con menos llegada, menos riesgo y menos físico que antes. Eso sí, tuvo dos oportunidades clarísimas ya al final del encuentro cuando el partido se volvió más loco. Dos palos de los dos Gil, uno de Óscar, fortuito, y otro de Bryan, en un trallazo que se topó con la madera.
España estaba cómoda con la pelota, con un gran Zubimendi, Pedri mejorado, Soler dinámico... pero arriba no encontraba profundidad y cuando la perdía Brasil sí que hacía daño con calidad y velocidad, aunque sin muchas más ocasiones.
Salieron Miranda y Vallejo para la prórroga por Cucurella y Gil, laterales por laterales. Frescura quería De la Fuente, pero más bien fue lo contrario. Porque también por Brasil entró al campo el exjugador del Barcelona Malcom, que empezó a crear problemas a Vallejo desde el minuto uno. Por ese costado llegaron las continuadas acciones de peligro y ataque de la canarinha en ese periodo. La rojita no conseguía sacar la pelota con acierto y esas pérdidas generaron un control brasileño continuo y sensación de agobio. Y por el lado de Vallejo llegó el 2-1 de Brasil en una acción imperdonable. Un córner a favor mal sacado que se convirtió en una contra y balón largo a Malcom, que no encontró ni oposición en Vallejo para plantarse solo ante Unai Simón.
Ahí acabó realmente el partido, porque España ya no generó peligro. Balonazos sí, peligro, no. Plata, sí, oro, no.