Han acabado los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, unos Juegos marcados por la época en la que se han celebrado como pocos. Unos Juegos que fueron aplazados primero, que peligraron luego y que finalmente se han llevado a cabo con más o menos normalidad. Han sido unos Juegos Olímpicos que han tenido de todo, menos público, salvo en las pruebas de ciclismo por cierto, en las que hubo cierto ambiente al celebrarse fuera de la prefectura de Tokio.
Repasamos y hacemos balance de estos Juegos que terminan este 8 de agosto y que le dan el relevo a París, pronto, en 2023.
Han sido unos Juegos celebrados con entusiasmo. Que corrieran peligro en su momento ha provocado que hayan sido cogido con muchas ganas por los atletas, por las audiencias, que han respondido en TV, y por la prensa internacional. Su mera celebración, aunque haya sido bajo medidas en algunos casos agobiantes, es un triunfo. Y así hay que tomarlos sobre todas las cosas, un triunfo de la familia olímpica, de Japón y de la humanidad por seguir intentando vivir pese a la pandemia con la mayor normalidad posible.
Los JJOO de Tokio 2020 se esperaban con entusiasmo porque se entendía que la disciplina, el orden, la rigidez y la innovación japonesa se plasmarían en cada punto, en cada aspecto de la celebración del evento. Hay que decir que finalmente no ha sido así, o al menos no totalmente. La organización, la distribución de las sedes, los traslados, la materialización de algunas medidas anti-COVID han sido muy pero que muy mejorables. No existió un anillo olímpico, y si lo hubo (en Ariake) contaba con pocas sedes, los traslados fueron eternos y muchos aspectos de la logística se esperaban de mayor nivel el Tokio. A ello se unió un clima hostil y una organización que no dio respuesta a esa circunstancia, sobre todo en el tenis, pero también en unos deportes que no se celebraron en las mejores condiciones posibles.
Estos Juegos Olímpicos posiblemente habrían sido espectaculares con público, porque el entusiasmo del público japonés habría sido desbordante, como su amabilidad, a veces no equiparable a su eficiencia. Si bien ha habido algunas pequeñas protestas contra la celebración, lo cierto es que la generalidad de la población japonesa, al menos la tratada, estaba volcada con estos Juegos en Tokio. Un ejemplo, la cantidad de voluntarios, brutal. En algunos casos, de hecho, cabe preguntarse si no hubiera podido darse acceso a cierta cantidad de público, siendo las medidas tan estrictas y dejando tan poco margen al error.