Anita Pérez es una de esas personas que tienen detrás una historia digna de contar y recordar. Nació en Sevilla, tiene 25 años y se ha clasificado para unos Juegos Olímpicos. Los segundos, ya que asistió a los Juegos de Río en 2016. Y es que para los de Tokio también se clasificó, pero toda su vida se derrumbó a meses de viajar a Japón.
Se rompió el tobillo y con él la posibilidad de ir a los Juegos, no sin antes haberlo intentado con su corazón por delante de su cabeza. Anita Pérez representa a la perfección los valores del deporte, unos valores que no entienden de sexo, que abren el camino a que muchas jóvenes desarrollen sus cualidades persiguiendo la paridad. En ese camino, las empresas patrocinadoras, como Iberdrola con su cada vez más reforzado apoyo a la mujer deportista, prestan un apoyo esencial en la lucha por la igualdad a través del deporte.
Anita es una de esas mujeres luchadoras por la igualdad a través del deporte. Y sin freno. Tras la lesión, se dio cuenta de que lo mejor era parar, operarse y ver la vida de otra manera. Ese aprendizaje no resultó ni mucho menos fácil y llegó a través de un proceso larguísimo que ahora ha querido compartir con ElDesmarque. En el vídeo superior, la historia de superación de Anita Pérez.
La atleta confiesa que “aún está en proceso de asimilación” el saber que participará en unos Juegos Olímpicos. Y es que esto no debería ser nuevo para ella teniendo en cuenta que ha sido cuatro veces campeona de España y que ya ha disputado unos JJOO. Sin embargo, en enero de 2021, en plena Filomena y con los Juegos de Tokio a la vuelta de la esquina (pospuestos por la COVID-19), se rompe el tobillo.
“Bueno. Fue… me quedé en shock. Me quedé tres días en el hospital. Cuando salí y me di cuenta de que la vida sigue y que mis compañeras siguen entrenando para los Juegos… eso fue duro”. Trató de recuperarse lo antes posible, pero vio que no era posible. “En mayo dejé de entrenar, en junio lo hice público, en septiembre trato de retomar los entrenamientos, pero el dolor me limitaba incluso para la vida normal”.
Fue el momento de decantarse por operarse y de tomar una difícil decisión: dejar la gimnasia. Pasó por el quirófano, pero las ganas de volver a las barras o al suelo estaban en la sangre. “Decidí volver sin expectativas. Poco a poco hasta donde llegara. Al final no se ha dado mal la cosa”, explica la gimnasta.
Este proceso de lesión (de casi 2 años) le ha servido para saber relativizar las cosas, una nueva visión que no habría sido posible sin mucha reflexión y la ayuda profesional. “Llevo años trabajando con una psicóloga. Muchas sesiones, muchos llantos… es algo que lleva tiempo, pero al final se termina cambiando.”
Una historia que se podría describir con el lema que tiene tatuado detrás de su oreja y que nos recuerda a otro atleta de los nuestros. “Coraje, cabeza y corazón”.