Chernobyl y un orfanato en la vida de Oksana Masters
Oksana Masters nació con diferentes malformaciones hace 35 años en la ciudad ucraniana de Khmelnytskyi, ciudad afectada por las radiaciones del accidente de la central nuclear de Chernobyl de 1986.
Debido a ello, sólo nació con un riñón, seis dedos en cada pie y, aunque en las manos tenía cinco, no tenía la parte de arriba del pulgar. Además, su pierna izquierda era 15 centímetros más corta que la derecha y no tenía tibias. Tras una serie de operaciones, tuvieron que amputarle las piernas por encima de la rodilla.
Así lo han confesado en más de una ocasión: "En mi pueblo había fugas de radiación. Un policía iba por las calles diciendo: 'Enciérrense', y tapiabas las ventanas y las puertas y no salías durante uno o dos días para dejar que la radiación desapareciera.", recuerda.
Una adopción complicada
Sus padres decidieron darla en adopción. Esto provocó que pasara siete años y medio en orfanatos, donde ocurrieron "cosas horribles", confiesa.
"Recuerdo cómo tenían esos largos pasillos, que parecían diseñados para dar el máximo de miedo posible. Hacía tanto frío que ver tu propio aliento era normal. Recuerdo que nunca estaban iluminados, siempre tan oscuros. Recuerdo la noche. La mayoría de las peores cosas, ocurrían a altas horas de la noche. Desde entonces hay una larga lista que ya no soporto: cuchillos; cigarrillos encendidos; cadenas metálicas, rememora. Todo ello generó una serie de cicatrices visibles, las de su cuerpo.
Su nueva vida en Estados Unidos
La vida de Oksana Masters cambió radicalmente al conocer a Gay Masters. Es una logopeda que vivía en Kentucky y que dio una oportunidad a una niña desnutrida y asustadiza. Los fantasmas del pasado seguían para Oksana.
"En gran parte fue el paraíso. Me cuidaron, me atendieron, me alimentaron bien, me criaron bien, me amaron. Pero luego hubo algunos ajustes que fueron extremadamente duros. Un ejemplo de ello es el sueño. En el orfanato, se asociaba el sueño con el abuso, así de simple. Era imposible no hacerlo. Así que cuando llegué a mi nuevo hogar, y a esta cómoda cama.... fue como si nada de esa novedad, nada de esa comodidad importara. Odié el sueño. O, mejor dicho, no podía dejar de odiar el sueño. Por extraño que parezca, al principio la cama era demasiado cómoda para mí. Tenía que dormir en un suelo duro. Era casi como si tuviera que procesar de nuevo el trauma, en cierto modo, antes de aprender a dejarlo ir" , desvela. Una vida llena de complicaciones que gracias al deporte le ha permitido vivir de una mejor forma a Oksana Masters.