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Esther Sanz: "Barcelona 92 fue un gran impacto para mí, cumplí mi sueño"

Esther Sanz: "Barcelona 92 fue un gran impacto para mí, cumplí mi sueño"

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Esther Sanz, la primera española en disputar el torneo de bádminton en unos Juegos Olímpicos, en Barcelona 1992, hace quince años que colgó la raqueta para dar un giro a su vida. Vive en Estados Unidos, estudió turismo y trabaja para un operador de viajes en Pensilvania, distanciada de ese deporte que la hizo disfrutar tanto.Santiago Aparicio
La inclusión en el programa olímpico del badminton propició que esta malagueña nacida en Benalmádena hace 42 años cumpliera un sueño. Fue una olímpica menor de edad. Cuando saltó a la cancha 1 del pabellón de la Mar Bella en la tarde del martes 28 de julio aún le faltaban cinco meses para cumplir los dieciocho.
"Mi objetivo había sido siempre ser olímpica. Cuando era pequeña mi padre me regaló, con cinco años o así, un libro de los Juegos Olímpicos de Moscú y yo ya tenía como sueño llegar a ser olímpica. Mis padres me miraban raro. Me fascinó ver los Juegos en la televisión. Y cuando se presentó la oportunidad lo tenía claro. Tenía que llegar allí", explica Esther Sanz en una entrevista concedida a la Agencia EFE.
"Me preparé tanto para poder llegar que cuando llegué allí vi que era todo inmensamente grande. Había tantas cosas... era una competición tan distinto... Y además era en España. Me impactó mucho", añade Esther, que recuerda con frescura el impacto que le creó desfilar al lado de deportistas de elite a los que ni siquiera había visto antes. "En el desfile estaba detrás de Arantxa Sánchez Vicario. Un día me senté a comer al lado de Boris Becker. Fue una experiencia increíble", rememora.
Esther Sanz jugó ante la australiana Rhonda Cator en la primera ronda del torneo femenino de Barcelona'92. No progresó en el cuadro. "A nivel deportivo era muy grande para nosotros. Perdimos en primera ronda. La idea del objetivo la teníamos clara. Llegar a los Juegos. Pero llegamos al evento y pensé ahora qué hago... a mí me pudo la presión, me puse muy nerviosa.", reconoce la española que en ningún caso sintió frustración por su actuación competitiva.
"No hubo decepción alguna por perder. Mi rival no era una especialista en individuales pero tenía más experiencia y más nivel que yo", asume a EFE.
"No me creo que hayan pasado veinticinco años y parece que todo esto fuera ayer. Recuerdo que estaba muy nerviosa. Veía a mi familia allí. Debuté un 28 de julio que era el cumpleaños de mi padre. Me sentía muy orgullosa. Tenía ilusión de ver hasta donde podía llegar", insiste Esther Sanz.
"En cuanto terminó nuestra participación nos fuimos. Tomamos parte en la inauguración, eso sí. Fueron los primeros Juegos en los que se instaló el correo electrónico, por ejemplo. La gente se mandaba mensajes unos a otros y allí hicimos muchas amistades. Me hice amiga del medallista en boxeo Faustino Reyes y aquello fue estupendo. Me pareció lo más de aquella época. Íbamos a los quiosquillos que había a los que solo teníamos acceso los deportistas, y nos poníamos en el ordenador, contactabas con gente y muy bien", recuerda con agrado la jugadora malagueña.
Esther Sanz se convirtió en la representante española en el torneo olímpico de badminton gracias a su condición de campeona de España. Aunque su ránking también le hubiera permitido asistir.
"Con la vista puesta en el año olímpico la gente con posibilidades se concentró en San José de la Rinconada, en Sevilla, y pasamos el año olímpico allí. Era todo nuevo, vivíamos allí. Fue una concentración con algo más de presión, más competitividad. No la recuerdo con tanto cariño como la temporada de mis inicios porque era ya otra cosa, existía más competencia", asegura Esther, que aún recuerda como comenzó su aventura por un deporte entonces casi desconocido.
"De niña acudía al polideportivo de Benalmádena cuando tenía siete años, recién inaugurado. Ofrecían toda la gama de deporte. Yo hacía natación en verano pero quería hacer algo en invierno también. Hacía gimnasia rítmica y empecé también bádminton. Fue un arquitecto de Málaga el que en su tiempo libre entrenaba bádminton. Me apunté con mi hermano y otros amigos y no era nada buena. Sería el año 81 o así. Nadie quería jugar conmigo porque era zurda. En el colegio me obligaban a ser diestra y hubiera sido una zurda estupenda. Me pasé unos años jugando contra la pared porque nadie quería jugar conmigo", rememora Esther con nostalgia.
Pronto destacó y fue convocada por la selección. Fueron sus primeros pasos. "No había nada entonces. Jugaba con chicos. A los 10 y 11 años empezaba a competir. Me convocaron con la selección a los 13 años y dejé la natación y la gimnasia rítmica. Yo fui la más pequeña entre los convocados. Hicieron un torneo y gané y ya me citaron más habitualmente. Con 13 años ya tenía decidido que iba a jugar bádminton. Con esa edad ya dejé Benalmádena y me marché a Granada".
Llegó Esther al club Escolapios de Granada donde coincidió con David Serrano, con el que compartió experiencia olímpica en Barcelona 1992. "A la entonces campeona de España y a mí nos ofrecieron la posibilidad de trasladarnos a Granada. No nos dejaron estar en un colegio mayor porque no estábamos en una carrera universitaria y tuvimos que ir a una residencia privada. Así empezamos a entrenar allí en Granada".
"Entrenábamos por la mañana y a estudiar por las noches. Son los mejores años que recuerdo, de 13 a 17 o 18 años. Las concentraciones eran fantásticas. Estaba con gente mayor, con otro nivel, podías salir al extranjero. Era difícil encontrar patrocinadores para jugar fuera. La gente decía bádminton y decía que para qué iba a dar dinero si lo podía aportar en otro deporte", apunta la andaluza.
"Es una época que recuerdo con cariño. Me convierto en Granada de verdad en una jugadora. Pasé mis mejores experiencia. Me pasaba más tiempo compitiendo y eso era una gran ventaja", puntualiza Esther.
Barcelona 92 supuso un punto de inflexión en el bádminton español. "Después de los Juegos la Federación al tener algo más de recursos se empezó a plantearse seriamente el tener a los deportistas en un mismo centro de Alto Rendimiento. La idea fue intentar gestionar eso y surgió la posibilidad de la residencia Blume. Y fui una de las cuatro primeros jugadores que ingresó allí".
"Al principio el tema no cuajó muy bien. Había un entrenador-preparador físico que no se ponía de acuerdo con el entrenador técnico, hubo tensiones y tal. Me dijeron que si no me iba a Madrid a vivir no me iban a convocar más a la selección. Eso fue un impacto para mí, acostumbrada a Granada. Al final me fui. Vi que era la única mientras el resto eran promesas, no el equipo nacional. La parte federativa aunque no quieras termina afectándote", explica la olímpica, que lamenta la falta de adaptación a los nuevos tiempos que aparecían en este deporte.
Esther Sanz echó el cierre a su carrera a los 21 años. "A pesar de que había más recursos no los veíamos. Pedías un masajista y decían que no había. Lo plantee a la Federación Yo no quería dinero pero quería progresar. No lo entendía. Pensaba que nunca iba a terminar así y que iba a ser profesional hasta que se me cayeran los pies. Pero no podía empezar otra vez y decidí dejarlo con 21 años. Ya me casé y dejé el deporte. No he podido irme con el sabor de boca que me hubiera gustado. Ese era mi mundo y mi pasión".
La olímpica española lamenta que justo después de su adiós el bádminton mejorara organizativa y profesionalmente. "En el momento que me fui la federación cambió y son los que están ahora. Especialistas en INEF y con capacidad para gestionar. Me hace ilusión que se hayan ganado un respeto. Pasar por una caseta de la feria y ver que había gente viendo a Carolina Marín es increíble. Es fantástico, la gente la conoce. Y eso es fantástico también para la gente que viene por detrás".

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