La 13ª la firma Bale

Si el Real Madrid jugara el Mundial de Rusia, probablemente lo ganaría. Si el Real Madrid jugara solo la Champions todos los años, probablemente la ganaría. El Real Madrid es el equipo que gana, el equipo que siempre gana. Y la realidad es que si el Real Madrid es el equipo que siempre gana, este Real Madrid, el de Zidane, el de Cristiano, el de Ramos, es el que ha forjado esa leyenda en este siglo. Son jugadores legendarios, como legendario es este equipo. El que ha ganado la Liga de Campeones, el que es campeón de Europa. Otra vez, sí, otra vez, por tercer año seguido. Una auténtica Leyenda.

El Real Madrid gana sea quien sea el que esté enfrente. Y si delante tiene un portero que le hace favores, también gana, claro está. No hay quien frene a la máquina merengue, al Rey de Europa. Y entre los reyes de Europa, el que reinó en Kiev fue Gareth Bale. Salió en la segunda parte, con el encuentro igualado, y desequilibró con un golazo que pasará ya a la historia del fútbol, un auténtico golazo. Espectacular. Luego remató la final con otro, aunque con Karius colaboró.
Evidentemente las lesiones y Karius marcaron el partido. La de Salah, en la primera parte, tras un forcejeo con Sergio Ramos, cambió la faz y el ánimo del Liverpool y del Real Madrid. Si hasta la media hora el equipo inglés había sido más profundo, más incisivo, más vertical, con la marcha del egipcio del campo el panorama cambió. Y eso que el Real Madrid también sufrió su baja, desoladora, de Carvajal, que dio réplica a las lágrimas del africano con una tristeza que volvió a romper los corazones.
Pero en el encuentro, no afectó tanto esa lesión del madridista de entrada. Porque a través de Benzema sobre todo, y de Casemiro, Modric e Isco, el Real Madrid comenzó a hacerse con la pelota, a dominar el partido y anestesió a un rival venido anímicamente abajo. Incluso marcó Cristiano, aunque en fuera de juego por una cabeza, lo que anuló el tanto. 
Se había quedado frío el partido, pero le convenía al Real Madrid, porque cuando estuvo caliente el Liverpool llegó y remató, y necesitó de Keylor Navas.
Si frío se fue al descanso, casi cortado de tanta lesión, la segunda parte empezó caliente, caliente. Al rojo vivo, y no tanto por el color de los reds. Con la igualada en el marcador, Benzemá fue el más listo de la clase para sacar el máximo provecho de la falta de esa inteligencia al portero alemán del Liverpool. El francés, siempre metido, siempre concentrado en estos partidos, metió la pierna cuando el meta sacaba la pelota con la mano. El rebote se coló mansamente en la portería mientras el mundo quedaba atónito y Karius se enfadaba y protestaba por no meterse bajo tierra.
Tuvo un arresto el Liverpool para empatar en un saque de esquina casi consecutivo, a los pocos minutos. Mané cazó una prolongación de Lovren. Y ahí despertó el equipo inglés, que subió el nivel de intensidad, de precisión, de defensa. Se encontró de nuevo el equipo inglés, pero so no significó que el Real Madrid bajara enteros. Al contrario, se mostró calmado, siguió tocando y aguantó la mini rebelión inglesa. 
Y entonces apareció Bale. Había saltado al campo poco antes, por Isco. Y si esta Liga de Campeones es la de las chilenas, el galés voló hasta el cielo de Kiev para cazar una pelota imposible con la zurda. El golazo del galés mató el partido, antes incluso que el marcador. Solo Mané tuvo una oportunidad que estrelló en el palo.
Pero el Liverpool había desaparecido ya y el Real Madrid se había hecho omnipresente. Probablemente no habría hecho falta, pero Karius quiso colaborar algo más a la 13ª del Real Madrid. Un tiro potente, lejano, complicado de Bale se lo tragó el meta alemán sin justificación alguna.

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