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Fuisteis, sois y seréis nuestros héroes

Fuisteis, sois y seréis nuestros héroes

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Borussia Dortmund-Málaga
Borussia Dortmund-Málaga
Los jugadores, abatidos tras el partido.

Daniel Marín. Dortmund III

El fútbol ha vuelto a ser injusto con el Málaga. Como aquel día contra el Boavista. Es imposible explicar lo vivido, lo sentido en esta fría noche en Dortmund. El Málaga acariciaba las semifinales de la Champions en el minuto 90. Ganaba 1-2 al Borussia tras hacer un partido impecable, pero en dos minutos, nadie sabe cómo, ni ellos mismos, se dejó remontar por un equipo que había perdido hasta la fe. Y lo hicieron gracias a un error gravísimo del casero Thomson, que dio validez a un gol (el tercero) con dos fueras de juego previos (uno con hasta cuatro jugadores en posición ilegal).

Demasiado duro, demasiado injusto. Tras el pitido final los jugadores del Málaga se desplomaron. Lloraron de rabia. Se veían en semifinales. El desconsuelo contagiaba a todos, a los malaguistas desplazados, a los periodistas, a los aficionados desde sus casas. España lloró. Porque el Málaga se había ganado el respeto y el cariño del país entero. Y la admiración de Europa, pero no de la UEFA, parece. Es duro, incluso indebido, escribir con un puñal en el sentimiento, pero el Málaga se mereció pasar a semifinales por todo lo exhibido. Sin embargo, en el fútbol no siempre gana el mejor, lamentablemente. Hoy estos muchachos de blanquiazul han muerto deportivamente por un escudo, por unos colores y por una afición. Y son nuestros héroes, como lo fueron en Milán o en Bruselas y como lo serán mañana en otro estadio del Viejo Continente.

Impresiona el Westfalestadion. La aseveración no es nueva ni baladí. El fútbol es una religión politeísta en Dortmund, donde los jugadores son los dioses. Más del diez por ciento de la ciudad de la cuenca del Rhur va a misa de amarillo y con bufanda. En Málaga el tótem es el balón. Y Pellegrini, que se recorrió 23.000 kilómetros, medio mundo, en apenas tres días para enterrar a su padre y sentarse hoy en el banquillo de Dortmund. Admirable, de sombrerazo. Como también lo fue la salida de su equipo. Su equipo es su imagen. El Málaga es el carácter de Pellegrini para afrontar los partidos, para tratar al rival, para manosear el balón con su elegante deje sudamericano. Esta noche lo ha sido también. Salió el Málaga imponente y muy muy tranquilo. Sellando los ánimos de la SüdTribüne, un muro, un infierno como lo fue el de Berlín en Alemania hasta 1989. Isco se situó en la izquierda; Duda, capitanísimo y sorpresa en el once, en la derecha; y Joaquín, más liberado en el centro. Cómo y dónde debe. Sergio ocupaba el hueco de Weligton.

Ver a Joaquín en sus primeras acciones en el partido levantó las cejas del optimismo. Estaba con la chispa, con el flow, con la sabrosura. Un par de trucos de magia y una tarjeta amarilla provocada a Bender, como en su día a Defour, eran los botones de la muestra. El ejemplo se hizo gráfico cuando el del Puerto gritó gol al cielo y derribó el muro con un zurdazo de calidad intensa. Joaquín se aprovechó de un rechace tras una triangulación de quilates con Isco, amagó con la derecha y le pegó con el escudo. Con amor. Era el minuto 25. El Dortmund estaba en la lona, pero se levantó.

El partido tenía una lectura clara, un error era pecado capital. Todos los sabían, por eso flotaba un aire de paciencia y respeto recíproco. Las prisas eran enemigas. El Málaga debía tener cuidado con las pérdidas en la creación, que se convertían en toboganes para el Dortmund. Y en las subidas de los laterales, con mucha velocidad y recorrido. Tras el gol visitante se desató un clímax en la grada blaquiazul: “¡A por ellos!”, y en el campo, donde el Málaga se engustaba y ganaba todos sus pulsos. Increíbles Antunes, Duda, Baptista, Demichelis… Klopp, en su banquillo, también trasmitió a su equipo algo, el nerviosismo. La afición del Dortmund llegó a tal desesperación que hasta celebró los córners. Y, entonces llegó el empate, otra obra de arte que vino, precisamente, tras un balón perdido por Antunes. Reus asistió de tacón a Lewandowsky, que quebró a Willy y marcó para levantar la espada del Dortmund. El empate valía al descanso, todos los hubiésemos firmado. Y el Dotmund, como muchos pensaban, no se iba al descanso goleando, no.

En la segunda parte siguieron siendo martillos Lewandowski y Joaquín. El primero la tuvo cuando los VIP no habían hecho más que sentarse tras ponerse finos en el descanso. Estuvo seguro Willy, que la atrapó teniendo encima de su nuca a la SüdTribüne. Luego llegó la dentellada del ‘Pisha”, de cabeza a un centro de chuchería de Duda. El balón fue picado y Weidenfeller metió una mano de Champions. Era el minuto 48. Empezaba frenética la segunda mitad. El partido estaba precioso, pero lo tenía agarrado el Dortmund, que se acercaba con el peligro de un coche sin frenos. Con un paso delante de los de Klopp había que aguantar el chaparrón y mirar al cielo. Sin cometer errores.

El Málaga sufría, sufríamos, como perros. La gloria exige ese tipo de esfuerzos. Los segundos eran eternos para los visitantes y volaban para los locales. Pero, ojo, el Málaga seguía con desparpajo arriba y, salvo algún resquicio, con su habitual solvencia defensiva. Estaba abierto el choque, aunque quizás hubiera ayudado que el casero Thomson le hubiese sacado la segunda amarilla a Schmelzer por una posible agresión a Gámez. Pues la tarjeta fue… para el lateral del Málaga! Nadie le iba a regalar nada al equipo de Pellegrini. Quedaba claro. En la guerra solo los de tu mismo uniforme te estiran la mano. En el 70 la tuvo de nuevo el Málaga, con un misil de Toulalan que repelió con los puños Weidenfeller. El miedo estaba ahí.

Empezaba la partida de ajedrez. La de los cambios. Klopp movió primero ficha. Metió a Schieber y Sahin por Bender y ‘Kuba’, cambio ofensivo, por supuesto. Pellegrini sacó a Duda e hizo reaparecer a Eliseu dos meses después. Corría el 74. De poder a poder. Con porteros estelares. Si Weindenfeller salvó al Borussia, Willy hizo lo propio con el Málaga con dos intervenciones de mérito a tiro de Reus y ‘mano a mano’ de Götze. Era el minuto 79.

Lo que pasó después es crónica negra. Miel y hiel. En diez minutos. Eliseu enmudeció el muro con un golazo tras una jugada preciosa, aunque en fuera de juego, a la contra entre Isco y Baptista. Lo de Eli y la Champions es amor a primera vista. Minuto 82. El Málaga ganaba 1-2, el Dortmund necesitaba dos goles. Nadie pensaba que pasaría lo que pasó después. Pellegrini enfrío el partido con dos cambios, Joaquín y Baptista, por Portillo y Santa Cruz. El Westfalenstadion asistía a un entierro. Y entonces, con el 90 ya cumplido llegaron los goles de Reus y Santana, en doble fuera de juego (con hasta cuatro hombres en posición antirreglamentaria). Fueron dos jugadas increíbles, que llegaron de la nada y que han empujado al Málaga de Europa cuando ya tenía los brazos levantados. Toca levantarse, quien tropieza y no cae avanza dos pasos y esto es sólo el principio de un camino que hará más fuerte un sentimiento inquebrantable.

Crónica on-line
Árbitro
Craig Thomson, escocés. Amonestó a Bender, Schmelzer, Jesús Gámez, Toulalan y Demichelis.
Formaciones
Borussia Dortmund: Weidenfeller; Piszczek, Subotic, Santana, Schmelzer; Blaszczykowski (Schieber, min.72), Gundogan (Hummels, min.86), Bender (Sahin, min.72), Reus; Götze y Lewandowski.
Málaga CF: Willy, Jesús Gámez, Sergio Sánchez, Demichelis, Antunes; Duda (Eliseu, min.73), Camacho, Toulalan, Isco; Joaquín (Santa Cruz, min.87) y Baptista (Portillo, min.84).
Goles
0-1, m. 25: Joaquín.
1-1, m. 40: Lewandoswski.
1-2, m. 82: Eliseu.
2-2, m. 91: Reus.
3-2, m. 92: Zapata.
Incidencias: Signal Iduna Park. Lleno hasta la bandera. 65.000 espectadores, con la presencia de unos 2.500 malaguistas. Vuelta de los cuartos de final de la Champions. Noche fresca en Dortmund.

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