Decidirá La Rosaleda

La Rosaleda decidirá quién pasa esta eliminatoria de Copa. El empate obliga al Depor a marcar en Martiricos y eso, muchas veces, pesa en el torneo del KO. El Málaga trató de ser el Málaga en cuanto a su plan maestro, pero no siempre con la intensidad necesaria. Por eso no ganó.
Lo mejor que se puede decir de este Málaga es que intenta ser siempre fiel a sí mismo. No importa que los cromos cambien. Hay una idea y Gracia apuesta por quienes creen en ella. La Copa es una oportunidad magnífica para los que se quieren unir a esa causa. Por eso el arranque en Riazor, sin ser brillante, dejaba gestos de equipo hecho, con poso, con patente.
Y hasta se puso por delante en el marcador con un gol de Camacho, que cabeceó una falta que había botado Luis Alberto. El joven jugador gaditano es uno de esos casos que necesitan el bálsamo copero para recuperar la fe de Gracia. Porque de iniciar el curso con galones en la pechera ha pasado a soldado raso.
El gol, contrariamente a lo que se supone normal, no azuzó al Málaga, que fue perdiendo terreno y orden. El Depor ganó metros y posesión, forzó numerosos córners y hasta marcó un gol que Mateu anuló. También Ochoa, que debutaba y tenía mucho que demostrar, estuvo correcto con alguna parada de mérito. Agradeció el equipo blanquiazul el descanso.
Y no era por gusto, el empuje del Depor, sus ganas de meterse en el partido eran palpables. Estaba más cerca del área del Málaga que lo contrario. Aunque el equipo -esta noche- amarillo tuvo algún acercamiento y una buena oportunidad de Horta, no estaba sabiendo pilotar el envite.
El tanto del empate llegó de manera opaca pero efectiva. Tras dos saques de esquina consecutivos, varios malos despejes y segundas oportunidades. Toché se quitó la espina de la primera mitad batiendo a bocajarro a Ochoa, que no anduvo fino por cierto en un despeje de puños aunque su partido estaba siendo bueno hasta ese momento.
Reforzó el centro del campo con Recio el entrenador navarro, que veía cómo el Depor superaba en número y animosidad al Málaga en la medular. La entrada de un jugador de más equilibrio niveló el partido, aunque también es cierto que el empate provocó que el Depor frenase su ímpetu. Fueron muchos minutos de nada hasta el final del esta ida copera. Sóo el hambre de Samu Castillejo provocó que el Málaga amagase con ser una amenaza. Pero esto era un partido de Copa clásico, con equipos que saben que son 180 minutos, que rara vez se gana en la ida. Porque la Copa, casi siempre, es esto. El sábado, ya verán, la película será distinta.