El Málaga se vuelve Muhammad Ali

El Málaga se ha vuelto Muhammad Ali. Así, de repente. Y lo ha hecho justo delante de un equipo con la pegada de Sonny Liston. Volando como un mariposa y picando como una avispa, anticipándose a lo que pretendía hacer el contrario en casi todo momento. Porque hay diversas maneras de ganar al Barcelona, pero rara vez es siendo infinitamente mejor todo el partido.
La victoria es dulce porque supone el renacer del equipo después de levantar la cabeza en Gijón, además, deja la permanencia prácticamente certificada. Y porque no todos los años se gana o empata contra los gigantes de LaLiga Santander. Aunque el Málaga, con uno u otro en el banquillo, parece que le tiene tomada la medida al Barcelona de Luis Enrique.
La mano de Míchel se notó ante el Barcelona. Más allá del resultado, que fue satisfactorio, daba gusto ver al Málaga con unos conceptos tan claros, sabiendo lo que quería y cómo lo quería. Sacó un once con un toque experimental, con un centro del campo poblado por Camacho, Recio, Fornals y Juanpi, que en ocasiones formaron un rombo que bajaba la persiana culé.
Está claro que estos duelos requieren además de sacrificio colectivo e individual y ni siquiera eso te garantiza el éxito, pero no cabe duda de que el Málaga tenía otro rostro, otros rostros. La balsámica victoria de Gijón también se notó en los tobillos blanquiazules, más ligeros en todos los aspectos. En esa onda de confianza, jugadores que hace nada parecían de Segunda como Llorente o Ricca, se vistieron de hombres implicados y seguros de sí mismos.
Hasta Kameni, que parece estar de vuelta, tuvo su momento mágico en el minuto 15. Parón de manera espectacular un tiro de Luis Suárez, que se quedó solo delante de él tras un control con el hombro primoroso. No tendría muchas ocasiones más el Barça salvo un pase magistral de Messi a André Gomes que desbarató Rosales.
Avisó el Málaga, que tenía más orden que balón y profundidad, con un disparo de Recio lejano aprovechando una mala salida de Ter Stegen, que regaló el balón ante la presión malaguista. Pero el premio gordo estaba por llegar. De una jugada en la que estaba todo el equipo en su mitad del campo al gol de Sandro, definiendo como un grande. Una carrera de más de 40 metros, calidad para definir. Aunque el mérito fue también de la asistencia de Juankar, de tiralíneas.
El Barcelona apretó, pero no encontraba fugas en el dibujo del Málaga. Sin embargo, el Málaga sí lo hacía en la defensa del Barça. Recio encontró a Juanpi que disparó con el alma dentro del área. Hacía mucho daño el equipo de Míchel en el lateral de Mascherano. Al poco, Camacho metió un balón envenenado a la espalda de Umtiti al que Llorente no llegó por poco.
Era la primera mitad. Se daba por supuesto que llegaría el sufrimiento, que Luis Enrique tiraría de fondo de armario. Y así fue. Puso a Sergi Roberto y a Iniesta a cambio de Mathieu y Denis Suárez. Pero pasaron los minutos y tuvo más apuros el Barça que el Málaga. Quitando un par de acciones culés que no fueron entre los tres palos en la definición, los demás lo puso el conjunto de Míchel.
Un robo de Fornals, conexión con Sandro y este con Juanpi, que remató a las manos del meta rival. Luego otra entrada por la derecha en la que Juanpi se sacó un zurdazo que se marchó un poco alto. Pero no era una cuestión sólo de tangibles, era también de la sensación de que había secado casi todo el manantial de ideas culés. Tanto era así que llegó el cortocircuito de Neymar, que en una acción absurda tras un pique con Llorente se fue a la calle.
Gil Manzano, que estaba haciendo un arbitraje excelente, se equivocó por consejo de su asistente en un gol de Peñaranda que fue anulado por fuera de juego. No era. Eso daba una bola extra al Barcelona. Y pudo tener el empate en un penalti a Sergi Roberto que el colegiado vio fuera por poco. Una por otra.
El resto fue ver al Barcelona no saber destruir el muro del Málaga y el Málaga hurgando en la herida. Cada contra malaguista era un suplicio para los de Luis Enrique. Charles también tuvo la sentencia en una contra de Juankar, que realizó un despligue tremendo. El 2-0 llegaría, pero después de que Kameni obrase otro pequeño milagro, que estamos en fechas.
El remate, el 2-0, el punto y final a la fiesta, lo puso Jony. El asturiano ejecutó una nueva obra de Don Pablo Fornals. El canterano condujo un contragolpe sacando fuerzas de vaya a usted a saber dónde. Ni tiró ni se la dio a Charles que le acompañaba casi en parelelo. Fornals ve lo que no vimos los demás, quizás lleve retrovisor, porque sabía que llegaba Jony desde atrás para dejar el Sábado de Pasión con las pasiones desatadas.