Rosas y espinas

El Málaga volvió a saborear esa miel prohibida. A tenerla al alcance de su brazo extendido. Como otras tantas veces en el jardín vedado, el Santiago Bernabéu, infranqueable por historia, por maldición o por intención, quién sabe. Pero infranqueable. Esta tarde volvió a tener a tiro asaltar Chamartín ante un Madrid vulnerable que volvió a contar con ayuda arbitral. Se jugó muy bien, se miró a los ojos al gigante en todo momento y se generó un runrún que casi lleva al suicidio al equipo local. Pero se volvió a perder, como otras tantas tardes de rosas y espinas en Madrid.
Pero es para estar orgullosos del equipo blanquiazul, que se vació, que lo intentó de buenas maneras y que no mereció perder. Consuelo estéril, pero constructivo para lo que viene, que no es poco después de un nuevo triunfo del Éibar que eleva el listón de la permanencia. El guion del partido fue entretenido, de toma y daca, errores defensivos condenaron en la primera parte, en la que Rolan rompió la sequía a domicilio, en la que Juankar se retiró en camilla (tiene mala pinta) y en la que Gil Manzano volvió a hacer de las suyas con un criterio mosqueante y, sobre todo, con un gol anulado a Baysse en la antesala del descanso. El Chory volvió a empatar en la segunda parte, echando pétalos de rosa en el camino de un Málaga decidido y valiente, pero un penalti que sí era de Luis Hernández puso palos en las ruedas de las ilusiones malaguistas.
Míchel, ovacionado por la que fue su afición cuando se anunció su nombre por megafonía, empleó a Diego González y Recio como novedades en el equipo inicial. El inicio no fue bueno, el Málaga duró nueve minutos en primera instancia. Los que tardó el Madrid, tras un par de escarceos sobre la portería de Roberto, en ponerse por delante. Keko no pudo encimar a Marcelo, Diego le perdió el norte a Cristiano y Luis Hernández se fue de la jugada. En resumen, centro de Marcelo, remate al palo de Cristiano y gol de Benzema sin oposición en el rechace. El Málaga no se amilanó, en parte porque Roberto sostuvo cuanto pudo. Así, después de un disparo lejano de Recio y en pleno sesteo local, llegó el tanto del empate. Kroos anduvo generoso y Keko astuto. El de Brunete recuperó y puso un buen balón que Rolan mató con el pecho y empaló con el pulso helado del pistolero. 1-1, minuto 18. Y tela por cortar. Mucha. “¡Sí, se puede!”, entonaban desde su gallinero el millar de malaguistas desplazados.
Pero en la casa del pobre duró poco la alegría. Suele ocurrir. Cuatro minutos después se volvió a adelantar el Madrid. En un córner, sí. Casemiro sin saltar aprovechó un fallo de marca de la defensa del Málaga. Fue la primera de las tres desgracias que le quedarían al equipo blanquiazul antes del descanso. Porque al cuarto de hora después, cuando el Málaga se quitaba tensión negativa y se dejaba ver con lucidez, cayó lesionado de gravedad Juankar en un choque rodilla con rodilla con Lucas Vázquez. El lateral tenía que salir en camilla y Baysse que entrar sin apenas calentar, pasando Diego González de interino a la banda izquierda.
La tercera llegó justo un segundo antes de pitar Gil Manzano el final de la primera mitad. El extremeño, que permitió pocas concesiones dialécticas al Málaga y que aplicó su rasero ya conocido en el Bernabéu, entendió que Baysse hacía falta a Carvajal en un gol al ‘estilo Ramos’, apoyándose con un brazo en el salto. Hasta entonces, Madrid y Málaga se habían alternado las ocasiones, con un Roberto estelar ante Cristiano y con un disparo lejano de Peñaranda. Con 2-1, el Málaga se iba a vestuarios mosqueado con el árbitro, pero con pulso.
Porque al Madrid, muy contemplativo en defensa, con jugadores que bajan poco o nada a defender y con Isco ‘missing’ de nuevo ante el Málaga, se le podía meter mano. Roberto sacaba el trabajo de atrás con brillantez y el equipo blanquiazul fue cogiendo tanta fe que alargaba posesiones y arrinconaba al Madrid. Así, y tras un primer intento lejano de Adrián, llegó el segundo gol del Málaga, del Chory Castro en un chutazo que Casilla no pudo detener. Vibraban los malaguistas en la grada, lo celebraban los jugadores en el césped. El Málaga empataba de nuevo y el runrún del Bernabéu se apoderaba del ambiente. Minuto 60.
Era momento de mover banquillos. Míchel quitó a Peñaranda, con amarilla. Y metió a Bastón. Zidane prescindió de Isco, tan 'amigo' como siempre. Y Míchel, de nuevo, metía a Juanpi por Keko. El Málaga jugaba en campo ajeno, con mucho sentido y con mucho peligro, que riman en asonante. Y el Madrid sufría, esa es la verdad. Hubo un guantazo de Varane a Juanpi, tres faltas no merecedoras de la segunda amarilla a Marcelo y un penalti, lamentablemente, que sí fue de Luis Hernández a Modric. El Málaga, que había tenido el tercero muy a tiro, se veía por tercera vez en el partido en desventaja. Porque Roberto quiso convertirse en Dios y le adivinó el penalti a Cristiano, pero el rechace no lo perdonó el luso. De ahí al final, quedaban 14 minutos, el Málaga siguió mirándole a los ojos al partido y tuteando al Madrid, pero no pudo levantar más la mano. Y las rosas se convirtieron de nuevo en espinas. Otra vez en el Bernabéu.