Golpe bajo a La Rosaleda

La Rosaleda vivió este lunes la peor noche de la temporada. En un partido con mucho en juego se desataron los fantasmas de hace unos meses, fantasmas de frustración ante la inoperancia del Málaga en la segunda mitad y la alarmante falta de recursos ofensivos, y ante la incapacidad de reacción desde el banquillo. Cómo cambia el fútbol en una jugada. El equipo blanquiazul, que perdonó y luego se acordó, se marchó al descanso vitoreado y con un estadio enfervorecido; y al regresar de vestuarios un córner mal sacado, una contra y un despiste desplomó el chiringuito. Recordó a aquella endeblez del Málaga de Míchel o de José González, también en la forma de recibir, en una transición hacia atrás.

El caso es que la afición respondió. Se poblaron las esquinas con las iniciativas del club, y hubo menos niños pero no más butacas vacías. 22.178 espectadores rozaron la mejor entrada del curso (la del Granada), pese a ser lunes. Y no se dejó de animar en ningún momento. Hubo un gran ambiente de fútbol y el estadio rugió, sobre todo en una fantástica primera parte de los locales. La Rosaleda intimidaba en un partido en el que también hubo mucho juego subterráneo y en el que no lo tuvo fácil el colegiado, Díaz de Mera, señalado por el presidente del club, Abdullah Al-Thani, que volvió a estar en un segundo plano pese a ocupar la primera fila.

Las críticas se las llevó Muñiz, señalado este lunes además de algunos jugadores. No fueron pitos unánimes, pero su nombre sí estuvo en todos los corrillos y se entonó en los minutos finales de desazón un “¡Muñiz, échale huevos!” desde el ‘Fondo Sur 1904’. Fue el único reproche del pulmón blanquiazul, bastión inquebrantable del equipo. Para entonces ya se habían ido algunos aficionados, desesperados por la impotencia de lunes a medianoche. Otros se quedaron, para pitar (y también aplaudir) a los jugadores tras el silbido final. Y unos pocos trasnocharon aún más para increpar a los propios futbolistas a su salida del estadio.

El caso es que la rachas dependen de las gafas con las que se enfoquen. Si hasta ayer alguno podía ver la botella medio llena por sumar siete partidos seguidos sin perder, hoy los pesimistas se llenan de argumentos para entonar que sólo se ha ganado un partido de los últimos siete, con cuatro goles a favor y cuatro en contra. Por si fuera poco, La Rosaleda ha perdido su aura, y sólo en 2019 han volado 12 puntos de los 18 posibles. Así no se asciende, mal que nos pese.