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La odisea de una malagueña para volver desde Suecia: tres vuelos, un AVE y dos días de viaje

La odisea de una malagueña para volver desde Suecia: tres vuelos, un AVE y dos días de viaje

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Virginia Fernández, en un partido (a la izquierda) y en los vuelos de vuelta (a la derecha).
Virginia Fernández, en un partido (a la izquierda) y en los vuelos de vuelta (a la derecha).

Se han hecho películas o se han escrito libros con historias con menos giros que la que vivió en primera persona Virginia Fernández. La malagueña, que hace unos días estaba en Boden, Suecia, donde ha jugado las dos últimas temporadas para el equipo femenino de balonmano, ahora pasa una cuarentena más agradable en una casa del campo de Benajarafe, al este de Málaga. No comparte vivienda con su madre y su abuela, por cuestión de seguridad, pero puede respirar tranquila. Llegar a Málaga desde Suecia en tiempos de coronavirus fue un viacrucis, que cuenta detalladamente a ElDesmarque Málaga.

Es conveniente comenzar por el principio. La portera decidió permanecer en Suecia porque la situación era mas benévola con el COVID-19. El gobierno sueco aún no había obligado a la población a confinarse y no se utilizaban aún mascarillas ni guantes. La vida era normal, algo que en cierto modo preocupaba a la protagonista. "Han ido esperando y aguantando, pero la situación iba empeorando. Ya se lo iban tomando más en serio y estaban pensando cerrar las aerolíneas. Daban un margen de que no volviera a haber vuelos hasta primeros o mediados de junio", asegura.

Su contrato con el Boden, principal motivo para no viajar a España antes, terminaba a finales de abril, mucho antes de la nueva apertura de fronteras en Suecia. Además, la liga se había cancelado. Dio tiempo a terminar la liga regular y la Federación eliminó el play off, siendo válida la clasificación en ese momento. Y hubo que tomar decisiones. "Tuve que hacer la vuelta de un día para otro. Me vi en la tesitura de no poder estar allí hasta esa fecha y volver como sea", asegura la malagueña: "Sabía que entrar podía entrar en el país, pero no cómo iba a poder llegar a casa...".

"Tenía muchos nervios y preocupación porque no tenía asegurado al 100% que todos los vuelos que tenía programados pudieran realizarse porque tenían existía un 50% de posibilidades de que lo cancelaran o no los pudiera coger"

Y ahí comenzó al viacrucis. Dos días de viaje, tres vuelos y un AVE. Y, sobre todo, muchas horas al límite. "Tenía muchos nervios y preocupación porque no tenía asegurado al 100% que todos los vuelos que tenía programados pudieran realizarse porque tenían existía un 50% de posibilidades de que lo cancelaran o no los pudiera coger", admite Virginia, que comienza a contar la travesía: "Empecé a viajar un miércoles por la tarde hasta Estocolmo (lo hizo desde Luleå, la ciudad con aeropuerto más cercana a Boden). Hice noche allí. A la mañana siguiente tenía el vuelo a París para después ir a Madrid, pero me dicen que ese segundo está cancelado. No me podían dejar salir de Estocolmo si no había otra alternativa porque en París podía incluso tirarme tres días".

"Empecé a preocuparme. Me dijeron incluso que podía volver a Luleå. Le dije que había terminado mi contrato y que tenía que volver a España, no podía volver a Boden", añade, mientras sigue con el relato: "Creo que se me apareció un ángel. Me dijeron de repente que me podían dar un vuelo París-Madrid para ese mismo jueves. Lo cogí sin dudarlo. Hice Estocolmo-París y París-Madrid en el mismo día. Todo el día en el avión".

En la capital de Francia surgieron nuevos imprevistos. "Me hicieron tres controles de pasaporte, estaba todo cerrado y sólo había una terminal abierta. Estaba como en obras todo, te prometo que estuve hablando como una hora hasta llegar a mi puerta de embarque. Tuve que arreglar el billete para el siguiente vuelo y salir fuera para que me dieran el ticket porque si no no podía embarcar. Durante una hora andé como una loca por el aeropuerto de París y con lágrimas en los ojos. Me vi perdida y sin saber si llegaba", continúa.

"Me decían que fuera para allá y para abajo y luego para abajo y la izquierda. No nos daban mucha ayuda. Tampoco querían estar contacto con nosotros para nada, nos querían lejos. Yo iba con la mascarilla, los guantes, la sudadera muerta de calor... Con lágrimas ya una azafata me ayudó. Una mujer me vio y me ayudó y me acompañó hasta lo que es el control de seguridad, donde cogía el vuelo. Si no yo creo que hubiera perdido el vuelo", asegura la jugadora de balonmano, que pudo entrar a España. Sólo quedaba un enlace para poder pisar la Costa del Sol. Aunque la historia precisaba aún de un último giro, quizá el más brusco.

Virginia, en uno de los vuelos.
Virginia, en uno de los vuelos.

"Fui de menos a más. Tengo un vídeo viniendo del primer vuelo de Luleå a Estocolmo el avión iba lleno y nadie llevaba mascarillas ni guantes. Yo era la única y la gente pensaba que estaba loca. Cuando llegué a Madrid todo el mundo iba así, también se guardaba distancia de seguridad. Me impactó", explica Virginia, que prosigue: "Cuando llegamos a Barajas los Policías me preguntaron a dónde iba y yo le conté que al siguiente día (el viernes) cogía un AVE hasta Málaga. Me mandaron para Atocha. Quería quedarme a dormir en Barajas o en Atocha porque no tenía hostal. Me decían que era imposible y que le tirara para Atocha".

El alojamiento para esa noche en la capital de España, la zona cero del coronavirus en el país, fue un dolor de muelas. "Éramos un grupo de personas con la misma situación, menos un hombre mayor que sí pudo alquilar. Entonces tiramos para Atocha y cuando llegamos nos dijeron que a las una de la mañana cerraban y no se quedaba nadie dentro. Cerraban de una a cinco", cuenta la malagueña: "Me vi durmiendo en la calle, que encima llovía. Buscamos un hostal, no nos cogían los teléfonos y nos veíamos en mitad de Madrid en la calle".

"Alquilamos la habitación y nos metimos cuatro personas. A las otras tres no las conocía de nada. Tuve que dormir en una esquina de la cama para mantener la distancia y con los guantes y mascarilla"

La malagueña reproduce su conversación con la Policía. "No entendían cómo podíamos haber llegado a Madrid. Los hoteles sólo estaban para los contagiados y para los sanitarios. No había hoteles para la gente que venía de regreso a España. Nos dejaron llegar a Madrid con una mano delante y otra detrás", sigue, mientras habla de las soluciones propuestas: "Nos ofrecieron un hotel en Barajas por 120 euros la noche. Obligaban a pagar eso por una noche. La misma Policía nos dijo que entendía nuestro caso, pero que otra patrulla nos podía denunciar. No teníamos donde ir". Hasta que apareció otro ángel.

"Hasta que este hombre de antes habló con el hostal y allí le dijeron que tenían una habitación libre. Pagamos 35 euros entre todos. Gracias a Dios que ese hombre movió mar, cielo y tierra para que nos dieran una habitación", recuerda la ex portera del Rincón Fertilidad, a la que le tocó vivir una situación inverosímil: "Alquilamos la habitación y nos metimos cuatro personas. A las otras tres no las conocía de nada. No me sentía ni segura con dos personas que ni conocía, eran muy buena gente, pero no los conocía. Un venía de Pekín, otro de Argentina, otro de la Costa Azul...".

Más allá de la incomodidad, el miedo era otro. "Yo venía con todo el cuidado, pero no sabía si ellos estaban contagiados. Estaba durmiendo y estaba deseando que llegaran las cinco para levantarme e irme y respirar un poco. Tuve que dormir en una esquina de la cama para mantener la distancia y con los guantes y mascarilla", reconoce la guardameta, a la que, por fin, no le surgió ningún problema en el AVE hacia la Costa del Sol. Un último trayecto plácido de vuelta a casa.

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Una experiencia que se termina

Si algo más de nostálgico tuvo el viaje de vuelta para Virginia Fernández es que sabía que a Boden no volvería. Al menos, para jugar al balonmano. Se terminó el contrato con el conjunto nórdico y ahora la malagueña busca una nueva aventura. "Tomé la decisión de continuar con mi carrera en otro club. Hablé con ellos y que mi intención era salir y llevamos unos cuantos meses con esa decisión, aunque ellos me hicieron otra oferta", cuenta, mientras hace balance: "Han sido dos años bastante buenos para mí. Suecia tiene un nivel algo diferente a lo que estaba acostumbrada, te enfrentas a otra cosa. Me lo he pasado muy bien, he aprendido muchísimo, con las compañeras me esperaba que fuera más difícil por el tema del idioma. Me ayudaron muchísimo".

Boden supuso un paso difícil de dar en su carrera. "Fue una decisión muy dura porque el Rincón porque fue mi casa desde pequeña y esa salida tan repentina fue traumática tanto para el club como para mí. Lo que buscaba era seguir aprendiendo. Aprendí muchísimo a nivel deportivo, a nivel personal, a nivel de idiomas, me ha gustado mucho Suecia. Ahora toca coger otro camino y con las mismas ganas. A seguir aprendiendo, estés donde estés lo importante es seguir aprendiendo cada día, que es lo que te hace tener esa ambición para poder cumplir esos sueños", acaba la malagueña, con la cabeza en otro reto y con muchas historias que contar.

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