Alberto Domingo Carreiro,Daytona Beach (EE.UU.), 26 ene (EFE).- Desde que Ford ganase a Ferrari en 1966 las 24 horas de Daytona y la ciudad se convirtiese para muchos en la cuna de este deporte, miles de aficionados acuden cada año para disfrutar de un fin de semana de asfalto y motor con la sensación de que "no hay nada como vivir una experiencia así".,Aunque las gradas del Circuito Internacional de Daytona pueden acoger a más de 165.000 personas, la acción se desarrolla en la zona interior del
Alberto Domingo Carreiro
Daytona Beach (EE.UU.), 26 ene .- Desde que Ford ganase a Ferrari en 1966 las 24 horas de Daytona y la ciudad se convirtiese para muchos en la cuna de este deporte, miles de aficionados acuden cada año para disfrutar de un fin de semana de asfalto y motor con la sensación de que "no hay nada como vivir una experiencia así".
Aunque las gradas del Circuito Internacional de Daytona pueden acoger a más de 165.000 personas, la acción se desarrolla en la zona interior del circuito, donde los aficionados se pasean entre bólidos, pilotos y mecánicos antes y después de que empiece la prueba.
"No hay nada en televisión o en la gran pantalla que pueda sustituir estar aquí en vivo. La aglomeración de gente, los sonidos, el olor, las cosas que sientes cuando estás aquí. No puedes replicar eso", indicó en preguntas a los medios el presidente del circuito, Chip Wile.
EMOCIÓN CONTAGIOSA
Aquellos que acuden a esta cita que abre la temporada del automovilismo de resistencia lo viven con una emoción de la que es difícil no contagiarse, como la de Brian Wallsh.
Brian lleva viniendo a Daytona desde hace años y su pasión por el automovilismo y los deportes de motor fue lo que le llevó a convertirse en un piloto amateur.
Al igual que Walsh, son muchos los que prefieren disfrutar de la carrera en la televisión o en sus cómodas caravanas, muchas de las cuales se sitúan dentro del circuito, más conocido como "infield".
Esta forma de vivir la carrera es única y es difícil encontrar en otros lugares del mundo. Cientos de tiendas de campaña se izan en un mar de telas, camionetas y barbacoas que se extienden por las decenas de hectáreas del aparcamiento del circuito.
Banderas estadounidenses, de diferentes estados, de marcas de coches, e incluso, alguna solitaria en favor del presidente Donald Trump se ven a lo largo del Daytona International Speedway en un día soleado con las condiciones perfectas para un fin de semana de velocidad.
Salvo los menos aguerridos, gran parte de los espectadores se desplaza hasta el aparcamiento conforme cae la noche y se prenden cientos de hogueras con los que entran en calor e iluminan la noche en la que ni por un instante dejan de sonar los rugidos de los motores.
UN CIRCUITO HISTÓRICO
El circuito fue construido en 1959 por los fundadores de las carreras de Nascar, la familia France, y a día de hoy tiene un impacto económico de 1.600 millones de dólares en el estado de Florida, pero no solo es un entretenimiento.
Este tipo de carreras sirven de experimentación para Lamborghini, Porsche o BMW que prueban nueva tecnología para adaptarla a los coches que usa la gente en el día a día, como ocurrió con el espejo retrovisor que se introdujo porque los conductores desconocían la posición de sus rivales durante la carrera.
"Todos los productores de coches trasladan la tecnología con la que experimentan con estos vehículos a los coches del día a día, y los conductores tienen un mayor papel en el desarrollo de los coches del que tenían hace diez años", explicó Wile.
Es más, es en esta pista dónde se desarrolla el argumento de la película "Contra lo imposible" que cuenta la historia de una rivalidad histórica, la de Ford contra Ferrari y cómo en los años sesenta se trasladó esa competencia a las pruebas de resistencia del motor.
El filme, que saldrá en digital el próximo 28 de enero, tiene cuatro nominaciones a los Oscars, cuenta con la participación de Matt Damon y Christian Bale, quienes interpretan al productor de coches Carroll Shelby y el piloto Ken Miles.
La película es capaz de trasladar a cualquiera a este mundo de motor, ruido y velocidad, pero, tal y como dice Wile, "no hay nada como vivir esta experiencia en directo".